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La negación


Como si fuese dueño y señor del cortijo, acababa de subirse el sueldo y tanta era su penetrante infatuación que, cuando ella rechazó su propuesta de fornicar, se resolvió en rabia hirviente, en ebullición descontrolada, en ascenso a los cielos nubosos en forma de vapor y niebla.

· Sólo me he negado a su proposición. No tengo la culpa de su infarto - explicó Rocío.

· Era demasiado vanidoso para aceptar un no. Y menos mal que no te obligó a someterte al polígrafo de la verdad para ver si auténticamente te negabas o querías hacerte de rogar.

· Pues lo siento, pero no es no.

 

 

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