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Microcuento: La intención de Pandora


La raíz de la pendencia era Pandora. Para unos su jarra estaba repleta de bienes que, al liberarlos, se fueron con los dioses y dejaron a los hombres rodeados de males y, acaso, un solo bien iluso, la esperanza. Para otros, la jarra de Pandora contenía todos los males y, al romperse, asolaron -asolan- a los humanos. Siempre quedaron a salvo los dioses, es decir, los listillos de turno que, a costa del pueblo viven, prosperan, hacen fortunas inmensas y se compran mansiones inexpugnables. Los dioses siempre ganan, estuviese la caja, jarra o ánfora de Pandora llena de bienes o de males.

Hesíodo, acaso descendiente del antiquísimo griego, autor de "Los trabajos y los días", puso a su hija el nombre de Pandora, sacrificó un recental para que algún dios le fuese propicio y preparó un brebaje para remediar los males humanos. Pero tal pócima sólo resultó ser un diurético, pues, al probarlo él, estuvo con el grifo de la orina chorreante durante cuarenta días y cuarenta noches.

Los dioses siguen disfrutando de sus olímpicos palacetes y riquezas abundantes; la humanidad sufriendo carencias, pandemias y, sobre todo, guerras, injusticias, represión, desigualdades, migraciones y otras mil desgracias.

La Pandora actual, hija del nuevo Hesíodo, se muestra como ecologista y redentora. Su propósito es acudir a los festines de los dioses, seducirlos y hacer que devuelvan los bienes a los seres humanos. O, como mínimo, los repartan.

—Si no lo consigo —dice—, al menos, les haré beber el brebaje que inventó mi padre y los tendré meando una cuarentena.

 

 

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