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El Copo. Otro tiempo, otro día


Hace tres meses que llegamos a este lugar “donde el viento silba nácar”.

Durante el viaje comenté con mi hija que sí entornaba los ojos para siempre, rociara mis cenizas en el Río Piedra, puerto del Terrón, para que la altamar las depositara en la Flecha, entre el Rompido y La Antilla, mar abierto. No ha sido así, y creo que ya no será porque mañana, si Dios quiere, salimos hacia Málaga, “la ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia”, para vivir otro tiempo, otro día.

         Llevo intactos el gusto y el olfato, renqueante el oído, cansada mi vista de mirar sol y luna en ese juego de luces que parece trastornar la mar.

         El tacto anda algo atrofiado por aquello del maldito bicho que me impide la caricia desnuda del contacto entre seres que se quieren.

         Durante este trío de meses no he hecho mal a nadie, aunque tal vez pudiera haber ejercido mejor la bondad.

         Ahora toca la vuelta a la otra rutina, esa en la que el asombro no se encuentra a la vuelta de la esquina de los Grandes Almacenes, tampoco en el rutinario paseo, bastón en ristre, del gris acerado; sí podría encontrarlo en la sencilla conversación de aquellos que me admiten en el círculo de la amistad, la copa y el cupón de la ONCE.

         Voy en la confianza de que me acecha, implacable, el beso del covid-19 al que intentaré sortear para que no se recree en mi dolorido cuerpo.

         A esta mi edad todo lo importante se sabe, fata solamente ponerle fecha de caducidad.

         Abrazos.

 

 

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