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El Copo. ¡Viva la vida!


Me encuentro arropado en esta soledad buscada; ya ven: la “pastora”, nuestra hija, las dos nietas y la pareja de chihuahuas me acompañan en este sábado de septiembre soleado.

         Todos han ido a la playa y un servidor se ha quedado solito para hilvanar dos verdades de Perogrullo.

         La primera es que esta noche no voy a instalarme en ningún sillón para ver y oír a Pedro Sánchez en La Sexta, pues me importa un pepino lo que diga. Y menos aún lo que farfullen los Inda, Marhuenda, Mónica, Maraña e Iñaki.

         Y es que en cuanto den las veintiuna horas nos vamos a plantar en Isla Antilla para comprar la necesaria ropa de invierno, recrearnos en algún que otro alimento exquisito, contemplar el asombro de los ojazos que me rodean y brindar por la vida de la vieja, muy vieja normalidad: la familia, casi nada.

         Como me aconseja mi amigo Jack voy a buscar una gorra de plato de co-mandante y que salga el sol por donde quiera. Tomo el mando, como siempre me indica mi buen amigo “el Pollo”, de mis decisiones.

         Realmente me quedan tres días mal contados, o sea: que pueden convertirse en tres años y poco más, a los que será necesario sacar el brillo de lo antiguo, antes que la modernidad que acecha se atragante con nuestra felicidad, la nuestra, la íntima, la que durante años fuimos creando y que ahora, por mor del bicho y sus secuaces los bicharracos, nos quieren birlar.

         Gritad conmigo sin problemas: ¡viva la vida!

 

 

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