El Copo. ¿Existen los rastreadores?

Este es un “copo” muy especial y personal.

Mi nieta Carmen tiene un novio que ha dado positivo en Covid-19. Ella está bien, al igual que su padre y hermana Elena.

Ocurrió que nuestra querida hija llevó desde La Antilla a Tarifa a Elena. Estuvo un par de días allí, y volvió con nosotros tras dejar al mozo de Carmen en su pueblecito de Cádiz, donde a los tres días dio el positivo reseñado.

El chaval, un tío estupendo, ofreció a las autoridades sanitarias el nombre de las personas con las que había mantenido contacto, se supone que para que se iniciara el proceso de rastreo.

A nuestra hija, que nos quiere en demasía, le han hecho un PCR en un hospital de Lepe, al precio de ciento y pico de euros, para que los tres, ella y nosotros, nos quedemos tranquilos.

Hoy, el día señalado, ha bajado al hospital de marras para saber del resultado, pero aún no estaba. Están esperando el mismo que llegará, es un decir, desde un hospital de Barcelona, la leche.

Andamos algo inquietos, y con nosotros todos los que tuvieron contactos: sobrinas, algunos amigos y amigos, etc. Uno más, otros menos, cuestión de edades, templanza y disimulo.

En esta circunstancia comprenderán que no se deben perder los nervios, hay que aguantar estoicamente y sin Valium de por medio; ahora bien, uno se queda más relajado sin comienza a ciscarse en la madre que parió a toda esa panda de inútiles que farfullan, dan consejos y viven de lejos, pero que muy de lejos, lo que estamos viviendo un abuelo, dos abuelas, una hija, las sobrinas y todos los amigos de los abuelos, la hija y las sobrina.

Me “cagoentó”.