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La buena noticia. A veces cuesta trabajo


      Si me circunscribo al pasado sábado la tarea se convierte en imposible. Una tras otra nos fueron llegando noticias aterradoras sobre la situación mundial, nacional y, especialmente, andaluza. Me ceñiré a estas.

      Comenzó el día con las desgarradoras imágenes del incendio en Almonaster, en la provincia de Huelva, que estaban tomando unas dimensiones desmesuradas. Después la noticia del incendio de Estepona que, por si le faltaba algo a la industria turística, arrasó un centro comercial y varios chiringuitos. Más tarde, otro fuerte incendio en el valle del Jerte y, para colmo otro fuego de menores dimensiones en Moclinejo, en el arroyo Granadillas, a un par de kilómetros de mi domicilio. Casi todos ellos están controlados, pero dejan por detrás una imagen de desconsuelo de aquellos que han perdido todo lo que habían conseguido tener a lo largo de sus vidas. En otra parte de España tormentas de verano, granizo, nieve y alguna que otra manga de agua. Lo mejor de todo es que no han sucedido desgracias personales.   

      Los bichos se siguen cebando también con nosotros. Empezó con el “coronavirus” que llegó para quedarse más tiempo del que esperábamos y ahora, el virus del Nilo Occidental, que nos llega a los humedales a través de un mosquito. No se trata del “tigre”, que también hace la puñeta. Es otro más exótico y que mata.

      Ver un telediario con la lista de los contagiados y fallecidos, es como escuchar la lista de los premiados en la lotería nacional, pero en negativo. El virus está muy repartido, pero, al igual que la lotería, tiene más incidencia en las grandes poblaciones. Aunque a algunos pueblos o residencias de ancianos les toca el “gordo”. Por desgracia, los mayores tenemos más papeletas.

     Se dirán mis lectores: ¿Dónde está la buena noticia de hoy?  Pues se encuentra en que la vida sigue su curso gracias a Dios. Acabo de recibir las fotos de una pareja que se ha casado en el jardín de su casa, con la asistencia de sus padres, su abuela, su perro y el celebrante. Nadie más. Están la mar de felices. Otra buena noticia es que mi nieto Pablo ha hecho la primera comunión ayer en su Parroquia, rodeado –pero a la distancia de seguridad- por su familia. No habrá ágape, pero hay felicidad.

     La buena noticia de hoy es que la mayoría silenciosa, esa con la que hacemos fuerte un país, se ha adaptado a la puñetera “nueva normalidad” y andamos por la vida enmascarados y con las manos lavadas y desinfectadas. La buena noticia de hoy se basa en que la vida sigue y vamos a salir de esta.

     Mis mejores deseos para los que están inmersos en los incendios y las tormentas de verano. Todo pasará y lo recordaremos como una pesadilla. Por lo menos… eso espero.

 

 

 

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