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El Copo. Una pequeña historia


Corría el año 1953 cuando fui nombrado, con 17 años de edad, por el Alto Comisariado de España en Marruecos “Maestro Asesor Técnico” en Afra, kabila de Beni-Bu-Ifrur.

         Para llegar hasta el lugar tomaba una renqueante CTM que me llevaba hasta Nador, ciudad donde se subían al autobús otros viajeros para llegar a Segangan.

         Un servidor se bajaba unos dos kilómetros antes de llegar a Segangan, y tomaba un sendero de unos cinco kilómetros que recorría andando hasta llegar al conjunto de dos escuelas que, con sus respectivas viviendas, me tocó estrenar.ON EL

         Buarfa, que había hecho la guerra civil española en el bando franquista, era el rifeño con el que, según el comandante Burjella, tenía un servidor que mantener relaciones discretas si ocurría algo extraño en aquel lugar de chabolas; vamos, el chivato.

         Pues bien, el primer día que, paseando entre chumberas, llegué al lugar, un grupo de pequeños rifeños salieron corriendo despavoridos hacia sus casas al grito de “aromir, aromir”. Pregunté a Buarfa el significado de dicha palabra y me contestó que su traducción del dialecto “cherja” era cristiano o español.

         Mi madre me indicaba que tenía que ir a la cama amenazándome que si no lo hacía, vendría “el hombre del saco”, pero la mayoría de madres melillenses decían que el que “llegaba era el moro”.

         Por eso esto es una historia y no un cuento, porque la historia se escribe, por desgracia, entre arrullos y cuentos en mesas de camillas. Y por eso un servidor, era para aquellos pequeños musulmanes un hombre sin escrúpulos, porque habían oído a sus madres decirles: “niño, a la cama que viene el español o el cristiano”.

 

 

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