Jesús, apodado “el nazareno”, no era -según se desprende de “los dichos y hechos” que hablan de sus correrías- buen amigo de los fariseos a los que asestó más de una frase algo fuerte, sirvan dos ejemplos: “raza de víboras” y “sepulcros blanqueados”.
Sin embargo, de la que titula este “copo” se desprende que fariseos y escribas sí decían cosas aceptables, aunque no avaladas por sus hechos.
Algo parecido podríamos afirmar, pero al revés, de lo que nos evangelizan nuestros mandatarios, especialmente el presidente Pedro Sánchez: quiero decir “que no hagamos lo que ellos dicen, pero sí lo que ellos hagan”, o sea, una buenas vacaciones a la bartola y poco caso, por no decir ninguno, a los consejos de que sean las Comunidades Autónomas las que planifiquen las medidas a tomar para acabar con la pandemia de la Covid-19, una forma como otra para que el Alto Mando se lave las manos como el tal Pilatos.
He aquí que interrumpimos el “estado de alarma”, aprobado en el Congreso y ejecutado por el Gobierno central, para pasar un verano tranquilo, llenar la bolsa de calderilla y evitar estar a dos “velas”, y mira por donde seguimos al frente de los países europeos infectados y con una ruina espeluznante.
Y el coronavirus sigue su paseo real entre prostitutas, clientes, monjas, curas, creyentes, agnósticos, ancianos, adultos y jóvenes.
Ahora, para más inri, permite Sánchez que las Autonomías, si lo desean y contando con su visto bueno, decreten los estados de alarmas que estimen convenientes, para convertirse en nuevos Herodes, mientras el se lava las manos como Pilatos.
Pobre España, tan rica de ineptos.
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