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El segmento de plata. ¿Resistiré?


              No sé cuantas versiones pudimos escuchar, de forma machacona, de esta olvidada melodía del Dúo Dinámico, durante los días de confinamiento con motivo de la pandemia.

              En su momento, se trataba de una declaración de intenciones: pero del dicho al hecho… hay mucho trecho. Pronto se han olvidado los buenos propósitos y el seguimiento escrupuloso de las, a veces contradictorias, recomendaciones de los expertos. Suponiendo que sea verdad que alguna vez los hubo.

              Nos encontramos en una situación de rebote de la pandemia. Pero para colmo, el personal se lo toma ahora a cachondeo. Me dicen los médicos cuál es el motivo: que los que padecen actualmente el Covid 19 son más jóvenes y que la mayoría lo pasan como si fuera un resfriado común. Lo malo es que, mientras se detecta que dan positivo, contagian a todos cuantos se han relacionado con ellos.

            Ahí viene el problema. Los que se encuentran en situación de riesgo se infectan de aquellos, pero con peores consecuencias. En primer lugar, nosotros, los mayores que pertenecemos al “segmento de plata”. Una plata que se está poniendo negra. Cada día vuelven a morir un par de docenas.

           Espero que no llegue a suceder, pero me temo que vamos a volver al confinamiento y a los aplausos por los balcones cantando el resistiré. Entonces me acordaré de todos esos insensatos que se burlan de las precauciones y las mascarillas; de los Vips que envenenan las poblaciones costeras con fiestas y saraos en las discotecas de lujo y chiringuitos; de los grupos de vecinos que veo cada día en la playa, bajo ocho o diez sombrillas, besándose y abrazándose, comiendo de los mismos platos y dejando mascarillas, que apenas han usado, tiradas en la arena.

         Me acordaré también de todos aquellos que llevan las mascarillas en el codo o en la garganta. Que no se tapan la nariz porque dicen que tapándose la boca ya es suficiente. Recordaré a las madres de los niñacos que no pueden vivir sin botellón.

         Entretanto, mis hijos, sanitarios o docentes, se siguen jugando la vida cada día en los hospitales y, a partir de septiembre, en las aulas. Los mayores tenemos miedo, mejor dicho, pánico ante esta situación. Los telediarios y las actuaciones políticas hacen poco por animarnos. Vemos un desbarajuste total y envidiamos a esos países, como Portugal, o Italia más pobres o más ricos, pero también más disciplinados.

        Terminaré proclamando: volveré a cantar “Resistiré” cuando sea necesario, pero me acordaré entonces de las madres de los descerebrados manifestantes anti-mascarilla, de los que celebran bodas, fiestas y espectáculos masivos, y las de los insensatos treintañeros que se toman las recomendaciones como el pito del sereno. Les recordaré… so cabritos.

 

 

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