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El Copo. La Mareta


Con demasiada prisa ya se está comprobando los primeros pasos de una parte del gobierno de España respecto al “hasta luego” del Rey Emérito, a saber: petición de cambiar el nombre de calles y plazas que lleven el nombre de Juan Carlos I.

         Un servidor de ustedes tiene un diploma firmado por el Emérito, en el que se me concede la medalla al Orden del Mérito Constitucional, y desde luego que no lo pienso quemar al tiempo que no lo hice con título de Maestro Nacional en el que Franco mandataba al ministro de Educación del régimen me fuera reconocido tal honor.

         Esto lleva camino de convertirse en una fogata que, tal vez, pueda hacernos olvidar que nuestra vida depende, más o menos, de un “bozal” incorporado de mala manera por voluntad gubernamental, ello a pesar de que poseo, qué pena, desviación de tabique nasal.

         Aquí todo el mundo se las busca como puede, ya ven que Pedro Sánchez, presidente del ejecutivo, ha iniciado sus ganadas vacaciones y para ello ha tomado el Falcon y se ha largado a Lanzarote para descansar en la casa-palacio de La Mareta.

         Tal “apartamento” fue construido por Huséin de Jordania allá por la década de los años setenta del pasado siglo, y que pasado unos años regaló a S.M. Juan Carlos I, el ciudadano Borbón que dijera Alberto Garzón.

         El denostado Emérito donó el regalo a Patrimonio Nacional, por lo que es propiedad de todos los españoles, aunque, hoy por hoy, el okupa del mismo es nuestro presidente de gobierno.

         ¡Dios salve al Rey!, podría decir hoy Sánchez.

          

 

 

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