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El Copo. ¡Ay pena, penita, pena!


“España es sin duda la nación más fuerte del mundo. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo, volverá a ser la nación más fuerte del mundo.”, afirmó en su día el canciller Otto von Bismark, y tal vez no le faltara razón.

         Eran pocas las calamidades por las que estamos pasando los españoles con esto del “bicho de marras” y sus consecuencias mortales y económicas que, para más inri, el rey emérito Juan Carlos I -el que nos salvara del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 que algunos vivimos en nuestras propias posaderas- se larga por un tiempo, dice él, fuera de España ante el acoso a que se encuentra sometido por la pasta recibida, hace años, por sus primos hermanos los jeques todopoderosos y que ahora, la bellísima Corinna, benefactora de toda clase de favores, incluidos carnales, ha largado al comisario Villarejo, nuestro gran preso por antonomasia.

         De momento se le acusa por Suiza, pero el pulpo de la Justicia puede llegar por estos andurriales y ser sometido a juicio, como todo quisque -es un decir- por defraudar al fisco.

         Si fuera así, promete el autor de la Transición española y artífice de una de las épocas más próspera de España, volvería al terruño para dar la cara ante la dama de la venda en los ojos.

         De momento los que se frotan las manos, evito nombrarlos porque todo Dios sabe que me refiero a Iglesias y sus acólitos, hacen veladas declaraciones sobre el advenimiento de la III República.

         ¡Ay pena, penita, pena!, que cantara como nadie La Faraona.

 

 

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