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El Copo. Esmeralda


Justo debajo de la “sagrada terraza” se encuentra el no menos sacro recinto de la pescadería Antonio “Coro” y al frente de ella su hija “Esmeralda” hace las veces de sacerdotisa.

         Lógicamente incorpora a su cara, por orden gubernativa, la odiosa mascarilla que, en su particular caso, consigue que sus ojos resplandezcan de forma única.

         Acudo todas las mañanas, excepto los lunes como está mandado en el mundo del mar, a comprobar la variedad de pescados expuestos en el blanco mostrador.

         El otro día pregunté a Esmeralda por el color de sus ojos y contestó que no lo sabía a ciencia cierta, pues sus hijos también preguntaban por el tema ya que unos días los veían azules y otros de color verde.

         O sea que parece ser que depende del día o del que los observa, aunque un servidor estima que es la amalgama del variado pescado expuesto el causante de ese misterioso fenómeno óptico.

         Es el reflejo de la blanca lubina, del rosado salmón, de la celeste corvina que aflora en un gris único, de la blanca gamba o del langostino con su color innombrable, la gris acedía, la blanca baila o el blanco filete de la fina araña de arena, etc., lo que conforma un arcoíris entre el rojo y azul con ribetes de aguamarina que consiguen el milagro de los ojos de Esmeralda.

         Intento describir el misterio de unos ojos, pero es vana mi tarea ante un milagro que, como todos, no tiene explicación.

 

 

 

 

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