De momento nos salva, muy especialmente a Andalucía, la suspensión por parte de Marruecos de la “Operación Estrecho”, ese éxodo de musulmanes que anualmente se trasladan desde Europa a sus tierras de nacimiento para celebrar su fiesta religiosa del Cordero y que conforman un “embudo” humano en Algeciras y Tarifa. Agradezcamos, pues, el gesto.
Nada más tropezarnos con la “nueva realidad” y bailar un par de teleles con un par de cervezas mal bebidas y peor meadas nuevos brotes del covid-19 han dado paso a ciertas comarcas de Aragón a desescalar lo escalado y volver al tembleque del pasado.
Y todo por un besico bien dado, un apretón de más o vete a saber la causa del invisible asintomático, nuevo enemigo público número uno a batir, localizar, controlar y endiñarle dos bofetadas bien dadas.
Los bichillos de mierda han vuelto a introducirse por las pituitarias de los “valientes” ciudadanos que creen que todo este tinglado de muerte y desolación es pura prehistoria; y por eso, para evitar chulerías de “sacapechos” inconscientes, el coronavirus ha vuelto a presentarse por Cádiz, Murcia, País Vasco, Navarra y hasta en la mismísima Galicia de Feijóo.
No es lo de antes, pero podría ser el principio de esta realidad que, vieja o nueva, solicita de todos nosotros cierta prudencia sin que ella, la prudencia, menoscabe una libertad bien concebida y vivida.
Digan lo que digan los sabios, los que creen serlo y los valientes de nuevo cuño seamos buenos con nosotros mismos.
Es nuestro deber.
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