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Felicidad ¿una argucia del sistema?


Podríamos preguntarnos ¿qué es la felicidad? ¿De qué manera intentamos alcanzar la felicidad?

            La felicidad es un ideal que está sobrevalorado en muchos casos.

            ¿Buscamos la felicidad por la consecución de bienes? Nos encontramos en una sociedad capitalista donde estamos sobredeterminados por una inscripción económica, como en todas las sociedades de otras épocas, como en otros sistemas. Hay una ideología que se transmite como forma de vida: consiguiendo tales bienes vamos a alcanzar la felicidad, teniendo tal o cual, una ideología que te indica cómo manejar tu vida, tu tiempo de ocio.

            La felicidad se convierte en una moda, una tendencia consumista, que nada tiene que ver con nuestros deseos verdaderos. Cuando hablamos de felicidad nos olvidamos del goce. Obtener satisfacción, disfrutar, se habla como de algo inmediato, puntual, más de un placer hedonista, de descarga, muy pegado a lo básico y a las pulsiones más elementales. La recarga de energía para alcanzar logros mayores, proporciona un goce, con otras personas, en la consecución de metas donde esté implicado el deseo.   La salud tiene que ver con esta recarga de energía. 

            La felicidad  la relacionamos  con la calidad de  vida  y, aparte de las necesidades básicas, de alimento y cobijo, también indicaba Carl Marx que otra de las necesidades humanas está en los deseos, en el orden de satisfacerlos.

            Podíamos decir que en el ser humano hay dos vías para la consecución de la felicidad: la búsqueda o ausencia de dolor, de sufrimiento, y la consecución de sensaciones placenteras. Cuando se habla de felicidad se suele pensar más en esta vertiente del placer.

            ¿Y qué nos proporciona mayores sufrimientos? La relación con los demás, el amor de pareja, amistad... son a la vez que una fuente de satisfacción, también  de infelicidad. Jamás somos más vulnerables  que cuando amamos a alguien. Amar es necesario, pero la cuestión si ese amor erótico es lo único que nos sostiene.       Nos produce también dolor nuestra finitud orgánica y nuestra insignificancia frente a las calamidades  naturales.

            A veces se consulta de forma indirecta por el sufrimiento de alguna enfermedad, o de alguna circunstancia de la vida que hace mella en la persona, que es incapaz de gestionar.  No tiene que ver con pensar en positivo o en negativo, porque no es algo que uno pueda hacer de manera voluntaria, depende de circunstancias inconscientes. También hay una tendencia a idealizar el pasado, como si hubiera sido una época idílica, la infancia, cuando se padecen de los mismos afectos pero no se  dispone de los medios para manejarse por su inmadurez, siendo una fuente importante de insatisfacción. Lo que sucede es que lo olvidamos y permanecemos en el engaño.

            Si  estamos más sujetos a ese principio del placer, satisfacer de forma rápida nuestros deseos más inmediatos, se genera un vacío en la persona porque de lo que se trata es de que nuestra máquina de desear, nuestro vivir, no se detiene, es el recorrido, el latir.  Hay que introducir la realidad, esperar el momento, demorar, templanza para alcanzar goces más civilizados y que va a ser una fuente de felicidad y de enriquecimiento.

            Para evitar el displacer, el sufrimiento, uno de los paliativos es recurrir a narcóticos, drogas... pero es una formar de evadirse de la realidad momentáneamente. Si no hay un trabajo que modifique la realidad, cuando el efecto de la droga desaparezca, se vuelve a lo mismo de lo que se huye y que le llevó a consumir.

            Hay una vía para el goce que es la creación, la belleza, la estética, las artes, el trabajo científico, donde se da un rodeo a esa realidad insatisfactoria y se pone la energía psíquica, la libido,  al servicio de la producción social, proporcionando una elevación de la autoestima y un beneficio para los demás.

            Hemos de tener en cuenta que al ser humano le cuesta mucho tolerar el goce, el bienestar, el placer. Por ejemplo, en su forma más extrema están los que fracasan al triunfar, justo cuando consiguen o están a punto de conseguir algo muy anhelado, enferman, o producen una serie de acciones para estropearlo. En menor medida pasa en todas las personas, porque en todos hay una culpa inconsciente, que corresponde deseos, pensamientos, tendencias que otra parte de uno rechaza fuertemente ¿Y cómo se calma? Buscando inconscientemente castigo en la realidad

            Muchas veces nos cuesta dejarnos llevar, por lo que deseamos, ser sinceros frente al otro, siendo un motivo importante  de disminución del goce.   Dejarnos llevar por ese saber inconsciente nos va ayudar a ser más sanos porque puede haber conflictos entre la moral y los deseos, que producen efectos en nosotros: disconformidad, insatisfacción, infelicidad, culpa, detenciones, sensación de infortunio personal...sin saber de dónde provienen. Nadie nos enseña a ser feliz. Hay una globalización  con la moral cultural que no atiende a los deseos verdaderos de las personas, en la idiosincrasia de cada una de ellas, que ni ellas mismas tienen en cuenta. Por eso es importante psicoanalizarse.

            Que el proyecto de tu vida sea más que las situaciones inmediatas. Permitirte seguir proyectando, deseando. Es necesario  que  no falten las ilusiones, las utopías...La depresión tiene que ver con identificarse con lo perdido,  con no tener ideales. Es importante no parar nuestra máquina de desear, volver a hacer cosas, relacionarse, volver a empezar cada día... la salud psíquica está engarzada en  este despliegue.

            El placer lo han convertido en una obligación pautada por el dinero (tener un móvil mejor, una casa, un coche, viajar...) estamos en el orden del tener.. Pero son los proyectos los que generan la felicidad de la vida. 

            No podemos dejarnos llevar por los gustos, caemos en el placer inmediato. Es hacer lo conveniente, construir una vida más allá de lo mínimo. Eso es lo que nos diferencia de los animales, vivir como un humano, alimentar el alma.  Para eso, los poetas denuncian la realidad.  Federico Garcia Lorca en el discurso de inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuentevaqueros, dice (fragmentos):

            Yo he visto a muchos hombres de otros campos volver del trabajo a sus hogares, y llenos de cansancio, se han sentado quietos, como estatuas, a esperar otro día y otro y otro, con el mismo ritmo, sin que por su alma cruce un anhelo de saber. Hombres esclavos de la muerte sin haber vislumbrado siquiera las luces y la hermosura a que llega el espíritu humano. Porque en el mundo no hay más que vida y muerte y existen millones de hombres que hablan, viven, miran, comen, pero están muertos. Más muertos que las piedras y más muertos que los verdaderos muertos que duermen su sueño bajo la tierra, porque tienen el alma muerta. Muerta como un molino que no muele, muerta porque no tiene amor, ni un germen de idea, ni una fe, ni un ansia de liberación, imprescindible en todos los hombres para poderse llamar así. Es éste uno de los programas, queridos amigos míos, que más me preocupan en el presente momento.

(...)

            No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

            Si no tenemos proyectos, nos convertimos en un ser que vive y muere. Lo que le da sentido a tu vida, es tener una relación de los deseos con la realidad. Nos sumimos en un infantilismo, de satisfacción momentánea, y eso nos va a generar también graves problemas, falta de ilusiones, angustia, depresión....No ser esclavo de las cosas, de lo inmediato, del dinero.

            Estar tranquilo, sin hacer nada, apartarse como un ermitaño, no es la solución. La tranquilidad no te hace estar mejor. El letargo, las ensoñaciones, se terminan convirtiendo en una armadura de carne, sin posibilidad de volar, de construir el futuro.

            La completud no es posible, ni la inmortalidad. “No todo” es lo que hace que se ocupe el lugar del hacer, desprenderte de ti y poner en circulación el deseo, porque al fin y al cabo somos sujetos deseantes y es el deseo el que nos hace humanos.

            En cuanto conseguimos lo que creíamos que era el objeto de nuestra felicidad, nos damos cuenta que la dicha de obtenerlo es breve, y a veces incluso contraproducente. 

            Nuestro deseo en sí mismo en imposible, no se calma en ningún objeto, sino que le interesa desear, el movimiento del deseo.

            Gozamos por el constraste . Muchas veces incluso no soportamos que nos vaya bien y atentamos contra nuestros propios deseos. Llegamos incluso a despreciar fuentes de satisfacción y felicidad perdurable como el trabajo físico e intelectual. Renunciar a nuestras tendencias hedonistas, egoístas, a veces es muy dificultoso, y produce una hostilidad hacia la cultura, que viene a ponernos esos diques. Si retomamos lo que dijimos al principio, en esta sociedad de bienes, la mayoría de nuestras formas de diversión es para perpetuar esa posición hedonista. Recibir, placer inmediato, por eso la frase de Miguel Oscar Menassa de “No fui feliz , porque ser feliz era una argucia del sistema”.

            La felicidad, dice el poeta José Martí, sólo puede hallarse en el camino del trabajo. También en el poema de Ïtaca, de Constantino Kavafis, habla de esa metáfora en la vida, el camino.  Miguel Oscar Menassa dice en su poema “en una sociedad justa, el trabajo es un don”. Realmente con el trabajo puedo transformar la realidad, es lo que nos ata fuertemente a la misma.  Pero también amar, incluso convertirse en un ser humano deseante, requiere de un trabajo. La felicidad está en ese camino, junto a otros, en el deseo. 

 

Laura López, Psicoanalista Grupo Cero

www.lauralopezgarcia.com

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