Y el pasado jueves o miércoles vi y escuché a Julio Anguita, el último Califa de Córdoba, en el programa de televisión “Todo es mentira” para otorgarnos sus últimas palabras sobre un nuevo proyecto o plataforma para enriquecer algo a esta clase política que nos asola actualmente.
Fue un ver y no ver a uno de los políticos más honestos de este país. Creo que se equivocó, como tantos otros, en un solo hecho: el de marcharse a Madrid en busca de más poder y dejar Andalucía, la tierra; pero bueno, lo anterior son pensamientos de un andalucista errante, solitario, maltrecho y equivocado.
Lo escuchaba y me que quedaba embelesado por la claridad con que expresaba aquello en lo que creía; en ocasiones tenía la sensación de estar escuchando a un profeta que, como todos ellos, predicaba en el desierto. Nunca lo voté y, lo que son las cosas, siempre me dije: esta vez lo voto.
(Cuando el “barrió” en las municipales de Córdoba, año 1983, un servidor se presentó a regir “esta ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia”, Málaga, por el PSA-Partido Andaluz, fecha de la travesía del andalucismo por el desierto con el camello a cuestas, un servidor obtuvo un “cero patatero”. Mis cosas.)
Intentó hacer una “pinza” a Felipe González y le salió mal el asunto. Lo pagó, él lo sabía, carísimo y creo que los suyos lo dejaron en la estacada.
Después vino la tragedia de su hijo en Irak y ya quedó herido para siempre; aunque disimulaba su dolor… la llaga quedó abierta hasta que reventó.
En la paz descansa.
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