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Maquiavela terrorista


-El plan consiste en que os contagiéis y, una vez que el virus empiece la incubación en vuestro organismo, acercaros a él, rodearlo, estrecharle la mano con una felicitación cínica, toser en sus narices y ¡contagiarlo! No ignoramos que corréis un riesgo, pero se os pagará bien y, por otra parte, tened la seguridad de que, en el mismo momento que hayáis cumplido vuestra misión de toserle, un equipo médico perfectamente equipado os atenderá y saldréis airosos del contagio. No ignoramos que él también puede salvarse, pero, al menos, le habremos proporcionado un susto que lo llevará al escarmiento y a la reflexión llave de la cordura. Y si no se salva, nos habremos salvado de sus odiosas intenciones. Todo sea por una noble causa, liberadora de malas y perversas hierbas... Bien, bueno, el plan también es perverso, pero la causa es noble. Pensad que otros se inmolan a sabiendas de que el cinturón de explosivos los desintegrará irreversiblemente.

-Me niego, señora, a tal acto de terrorismo o atentado-dijo uno.

-Mejor será hacerle frente de frente -se excusó el otro.

-Estáis renunciado a una cuantiosa suma… No os dejéis llevar por el miedo: os espera un equipo médico y sus eficaces cuidados.

-No es cobardía, señora.

-No os preocupéis… ya vendrán otros que harán el trabajo que hoy os encargo. Por donde habéis venido, os estáis largando. Mas cuidado con contar una palabra de esta conversación.

Guardaron el silencio que hoy se rompe con este relato. Ignoramos si el maquiavélico plan fue consumado, como también se ignora quién es esa señora que servía de intermediaria, ¿de quién?, en la captación de ejecutores mercenarios.

 

 

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