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Problemas, problemas, problemas.


Sin considerar lo que ocurra en otras latitudes, en España tenemos un problema grave. Grave no, gravísimo, que se concreta en cerca de veinte mil fallecidos en dos meses, y los que vengan. Un numero elevadísimo de contagiados registrados más un extenso grupo no cuantificado, por no estar analizados, y se intuye muchísimos más contaminados asintomáticos no registrados.

Los profesionales de la salud, y otros colectivos, se fueron enfrentando, y lo siguen haciendo al problema, sin los medios adecuados o suficientes. Que eso es así, lo prueban las dos decenas de miles de profesionales infectados y los fallecidos.

Un problema, para ser resuelto, ha de estar bien definido. Es popular el dicho de que un problema bien planteado está casi resuelto. Es así que en España no lo está, luego no fue bien planteado, y al no estarlo, todas las acciones tendentes a su solución son palos de ciego que si dan en la piñata será por mera casualidad.

Parece ser que se tiene alguna idea de cómo el virus se expande pero, al desconocer por completo una parte sustantiva de la población afectada, localización, contactos y un larguísimo etcétera el aumento de la contaminación,  y sus consecuencias, está asegurado.

Como esta epidemia no es la primera, ni por desgracia será la última, se sabe que, de forma natural crece de forma exponencial se estanca, empieza el descenso, lentamente primero y más acelerado después hasta su desaparición o latencia, hasta el ciclo siguiente. Intuyo que los responsables de la cosa, en sus interminables y tediosas informaciones se amparan en que el virus, cumplido su ciclo, parará.

Lo que ocurre es que esa curva puede aplanarse, de forma tanto más notable, cuanto más eficaces sean las medidas que se tomen para lo cual, además de describir con la mayor precisión posible, sus dimensiones críticas, esto es: una búsqueda selectiva y cuidadosa  de aquellos datos que abarquen el problema que permitan determinar las causas y concausas que lo han generado y extendido.

Analizado el problema exige la toma de decisiones que pueden ser acertadas o erróneas. Las acertadas lo resolverán. Las erróneas lo multiplicarán.

Hay que tener en cuenta que, además de las consecuencias del problema se añaden las derivadas de las decisiones tomadas, acertadas o erróneas. Analizar los problemas en potencia derivados de las decisiones tomadas  es exigible al gestor.

La decisión, drástica, de recluir a la población, de forma general e indiscriminada, es la prueba palmaria de que, sin vislumbrar la solución del problema del coronavirus, se han generado otros que además de atentar, dolosamente, contra el estado del bienestar, salir del bache económico y social generado,  va a costar sacrificios sin cuento.

Mientras sean los criterios ideológicos y de mantenimiento del poder los que prevalezcan estamos abocados al fracaso. España, además de las muchas vidas perdidas perderá, durante mucho tiempo, el tren de la prosperidad. No nos podremos quejar. Tenemos los gestores que hemos elegido. Que Dios no nos abandone del todo.  

 

 

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