Entre ese goteo constante de ministros y ministras, vicepresidentes y vicepresidentas en ruedas de prensa, de balcones y confinamiento, del contar de muertos a la baja o al alza, del pico y la meseta, que si la mascarilla será obligatoria o no, de encargar ataúdes a Portugal por escasez de servicios en España, de la Sexta con sus guiños descarados al poder instituido, etc., se nos ha colado de rondón un pleno del Congreso ramplón, ofensivo, defensivo, triste para la convivencia, sectario, incongruente e ineficaz al tiempo que dañino para este pueblo nuestro.
Y durante su transcurso, el presidente de este desgobierno ha puesto de manifiesto su malestar con las Comunidades Autónomas donde gobierna la derecha, ha machacado al líder de la oposición al tiempo que, al igual que la funcionaria que desinfectaba la tribuna, ha pasado la gamuza por los lomos de independentistas de toda calaña que, sin rubor alguno, siguen con la matraca de acabar con la nación española.
Pasará a la historia de la ignominia parlamentaria el lastre que Lastra, Adriana, arrojó sobre el cementerio actual de la Comunidad de Madrid y de su máxima representante, Isabel Ayuso, a la que hizo responsable de la mortandad madrileña por su mala gestión. Y llevaba escrito el discurso, o sea: aunque Casado hubiese lanzado fragancias de alhelíes a Sánchez, ella, Lastra, tenía que leer su acta de defunciones.
Todo empezó a cocerse a finales de enero cuando la Organización Mundial de la Salud -OMS- avisó del inminente peligro del colvit-19 al gobierno de Pedro, pero se lo pasaron por el forro no prohibiendo aglomeraciones en estadios de fútbol, misas dominicales, congreso de Vox, manifestaciones del 8-M, bodas bautizos, ágapes, botellones, cines, teatros y la Biblia en verso, etcétera, etcétera, etcétera.
Y fueron cayendo uno a uno y una a una ancianos de todas leches, menos ancianos y ya veremos, porque esto, lo del “bicho”, sigue y sigue.
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