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Estado de alarma


Se han cumplido las previsiones, no las del gobierno, no, por lo menos las expuestas en los medios, sino las de cualquier persona, medianamente sensata, de que el maldito virus se extendería por todo el mundo y que, más pronto que tarde llegaría a España. La novedad de su existencia, o su desconocimiento, nos dejan indefensos ante su agresividad sin disponer del antídoto que lo combata.

La inacción del gobierno ha sumido a España en una situación no vivida anteriormente por sus habitantes. La decisión gubernamental del estado de alarma nos aherrojó, a casi todos los españoles, a nuestras casas. Se ha paralizado la vida comercial y social dejando a las ciudades en una inquietante soledad semejante a la mostrada en la película “La hora final”.

El maldito virus se ha cebado con fatales consecuencias en los mayores, aquellos que por su edad pertenecen a la generación que hizo posible remontar las dificultades derivadas de nuestra incivil guerra y colocar a España como potencia industrial relevante en el panorama mundial.

Las consecuencias humanas y económicas de esta pandemia se  presienten terriblemente inquietantes. Cualquier persona, medianamente informada, intuye que el retroceso en nuestro bienestar es seguro. Retroceso tanto más intenso cuanto menos medidas adecuadas se tomen.

Por su inacción y posteriores improvisaciones, queda demostrada la incapacidad del gobierno actual para conducir la peligrosísima situación  y amortiguar sus potenciales consecuencias, así como ofrecer acciones eficaces para una remontada firme y segura.

El congreso de los Diputados representante del pueblo español está profundamente dividido, reflejo fiel de la división de la sociedad española. El gobierno elegido por él, fuertemente ideologizado. No es la ideología la que puede sacarnos de la grave situación, no, sino la ciencia, la técnica y la buena gestión. Por ello, el Congreso de los Diputados, por procedimientos legales: moción de censura o lo que sea de ley, debe revocar la elección del Gobierno anterior y sustituirlo por otro de personas competentes, que las hay en España, y que podría ser presidido por Don Manuel Pizarro, persona que ha demostrado  su capacidad gestora , su solvencia  y lo que es más eficiente: su independencia.

Ese Gobierno, formado por personas versadas en Sanidad, Economía, Industria, Comercio, etc., debe ser reducido en sus miembros y efectivo en sus acciones, Sus funciones cesarían después de la remontada cuyo tiempo ellos mismos podrían fijar. Deberán informar periódicamente, y es de esperar con veracidad, al parlamento, que lo apoyará con claridad sin que la ideología de los grupos se dediquen a poner palos en las ruedas. Los medios de comunicación sobre todo los independientes, pueden ser portavoces de la ciudadanía a quien informarán con la mayor transparencia.

Encarrilada la situación, podría autorizarse la prolongación del gobierno un tiempo prudente para rematar su gestión o convocar elecciones; o hacerlo al término de la prolongación.

Las “víricas” circunstancias actuales exigen acciones decisivas. No hacerlo puede ser un delito de lesa nación.

 

 

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