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El Copo. Mascarillas y …


Al tiempo que, a pesar de la confinación extrema a la que estamos sometidos, aumenta el número de infectados por el colvit-19, el vicepresidente Pablo Iglesias no aguanta su cuarentena y vuelve de nuevo a dar una especie de mitin en la rueda de prensa del Consejo de Ministros en el que ha tendido la mano al PP para que se “pringue” en la lucha contra el “bicho de marras”; cuidadín, cuidadín, porque hay algunos que de paso te la muerden.

         Escrito lo anterior, pasemos al hoy que bien podría ser que por fin ha llegado aquel avión que se fletó hacia China repleto de mascarillas, respiradores, test y demás utensilios para aliviar a enfermos y cuidadores de ellos, ya saben ese personal sanitario al que aplaudimos a diario.

         Pues bien, un servidor, por si las moscas, desea comprar una mascarilla, no pido más; y es que cuando asomo mi rostro por la terraza observo que los pocos y atrevidos transeúntes que pasean mascotas o las mascotas pasean a ellos van todos provistos de su particular atuendo: la mascarilla.

         He visitado, cuando aquello del furtivo paseo que di, un par de farmacias -no doy para más- para comprar una de ellas; pero no hay, no existen. Un servidor se conforma con todo y es por ello que no lo lamento, pues son tantas las máscaras que el ser humano posee que una menos no importa.

         Ahora, mientras tecleo, voy provisto con la de escritor, una más de entre tantas.

         Es hora, deseo creer, de quitarnos todas las mascarillas que poseemos y mostrar al mundo lo que somos: pobres personas sin capacidad de ser por nosotros mismos.

         Dependemos.

 

 

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