Mediante un ligero palpamiento, Carmina, la ciega, descubrió que la carátula de la persona que se le había acercado era gelatinosa y horripilante. Retrocedió espantada, aunque el enmascarado ya la había agarrado por la muñeca con fuerza inusitada. Gritó Carmina hasta que la mano enguantada le dejó libre el brazo para oprimirle la boca y dominarla contra la pared.
De pronto se vio libre del avasallamiento. El opresor se alejaba. Comprobó que el importe de la venta de los cupones y ciertos boletos habían desaparecido.
Denunció el robo y la violencia. Mas, al día siguiente, retiró la denuncia: "Te dejo un regalo, Carmina", escuchó, mientras le hurgaban en la bolsa que llevaba en bandolera. Un fajo de billetes de cincuenta euros le había dejado la persona de la misteriosa voz: "Soñé que el número que te robé sería el premiado y no tenía dinero para comprar los boletos. Disculpa".
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