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El segmento de plata. El sentido de la vida


     Me aprestaba a escribir hoy sobre el sentido de la vida. Estaba elucubrando sobre las declaraciones de alguno de los “influencers” que pululan por las redes sobre la “vida sin sentido”. Su forma de darle valor a la vida, se basaba en “el tener”, más que en “el ser”.

     Mi padre me explicaba por donde andábamos en nuestro recorrido vital sobre un metro de madera, de los que se utilizan en las tiendas de tejidos. Veíamos la diferencia entre los 12 CMS. de mi edad, su casi medio metro y el espacio cercano a los 90 CMS. de mi abuela.

    Cuando estoy a punto de recorrer las tres cuartas partes del metro de la vida, doy fe de que esta tiene un sentido desde el principio hasta el fin. Cada día tiene su afán, como recoge el Evangelio de San Mateo. La naturaleza es tan sabia que te permite, y te ayuda, a enfrentarte con las dificultades que te surgen en cada etapa de tu vida y superarlas con tu esfuerzo y la ayuda de Dios.

    Nos encontramos con la situación más complicada a escala general de las que yo he podido vivir. Mi suegra, que ahora vive con nosotros, me comentaba, al ver la locura de las compras acaparadoras en los supermercados, que durante la guerra incivil, había dinero, pero no había alimentos. Hoy, gracias a Dios, hay dinero y alimentos; en unas familias más que en otras. Pero el instinto animal que todos tenemos, nos adocena y nos convierte en una especie de jauría humana. El miedo a la enfermedad es demasiado contagioso y se propaga de forma exponencial. Los medios, con un tratamiento, a mi entender exhaustivo, no ayudan a tranquilizar a la masa.

    Estimo que el famoso coronavirus pasará. Como tantas pandemias o epidemias. China, el foco de la crisis, nos comunica que la enfermedad va remitiendo. En Europa, en España, las cifras actuales no son espectaculares. Pero se une al tema sanitario la situación política y económica en la que los próceres quieren ser más papistas que el Papa. Pienso que la mejor manera de pasar dignamente esta situación, es haciendo caso a los que saben de esto más que nosotros, poniéndolo todo de nuestra parte y dándole a la vida un sentido positivo en estos días en los que pintan bastos.

    Personalmente soy un hipocondríaco persistente y un medroso de categoría. Pero ahí tiro de la fe y del sentido común. Me repito la frase siguiente hasta que la hago martillear en mi mente: “olvida el pasado, vive el presente y deja el futuro en las manos de Dios”. Nuestros antecesores las han pasado más canutas y con menos medios. Al mal tiempo buena cara y una sonrisa. Esta fórmula da sentido a la vida.

 

 

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