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El segmento de plata. Empresarios


       Los primeros dedican todo su esfuerzo a crear puestos de trabajo y a mejorar su status y el de cuantos les rodean. Los segundos basan su vida en el obtener beneficios a costa de la especulación, pasando por encima de todos y de todo. Confían más en el tener que en el ser.

     De vez en cuando, rara vez, me encuentro con auténticos empresarios. Todos tienen una característica común. Han salido de la nada. No pertenecen a una familia que los ha puesto en la cúspide desde su nacimiento. El caso que nos ocupa se trata de un hijo de campesinos, de una pedanía de la Málaga profunda, educado con muchos esfuerzos en una de aquellas escuelas rurales de la diócesis malacitana. Me contaba como la maestra que les formaba, descubrió que era un chiquillo espabilado y le propuso irse al seminario o a un colegio interno. Optó por lo segundo. Hizo el bachillerato en Ronda, con unas notas bastante flojas y acabó en Málaga trabajando en unas bodegas.

     Consiguió hacerse maestro mientras trabajaba y allí empezó su carrera empresarial dentro del mundo de la enseñanza. Una pequeña academia acabó siendo un emporio de la enseñanza personal y virtual. Llegada la edad de jubilación el empresario había concluido su carrera. Tenía poco que hacer ya, Delega en sus familiares y se para a pensar en como llenar su retiro.

   Entonces surge el empresario del “segmento de plata”. Ya tenía desde antes la inquietud por los mayores. Había sufrido una larga enfermedad de su madre que padecía Alzheimer. Puso en marcha su mente y sus recursos. Comenzó con un local en el que asistían a medio centenar de mayores. Hoy se encuentra en un local de 1.000 metros cuadrados en el que atienden a un montón de mayores. Tiene en marcha un proyecto, con un presupuesto de siete millones de euros, para crear un gran centro de día y estancia completa para mayores. Seguro que lo logrará. No digo su nombre porque no estoy autorizado para ello.

       La vida de este empresario ha traído a mi mente tantos otros próceres jubilados que siguen sirviendo a la sociedad de forma altruista. Hay más de un Amancio Ortega en nuestra España, que encima son criticados por su ayuda. Ellos son el sustento de la investigación y la sanidad nacional.

     Con ellos, quiero resaltar el trabajo de esos voluntarios, viejos profesionales bragados en el mundo de la banca, la empresa o los negocios, que dedican el tiempo de su ocio, merecidamente ganado, a crear progreso a su alrededor.

 

 

 

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