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El Copo. En “El Gorky”


         Tras varios años, demasiados, sin bajar al centro de “esta ciudad, Málaga, que todo lo acoge y todo lo silencia”, hoy, percibiendo el dulce roce de mi hija en el brazo izquierdo y empujando suavemente -pero con firmeza- el duro cayado con la mano izquierda en el asfalto he conseguido llegar a la calle más coqueta de Europa, Larios.

         Y como si se tratase del mayor acontecimiento producido en la historia de este mundo he esbozado una ligera sonrisa de satisfacción que ella, ya saben, ha sabido percibir entre ese ir y venir de turistas, funcionarios y seres que sin ton ni son pasean sin caer en la cuenta de la belleza que realizan.

         Un servidor sí ha sabido saborear la hazaña como el que descubre Las Américas, pues he conseguido lo que ya creía imposible de realizar, a saber: dar un paso y otro y alguno más hasta conseguir la meta deseada: caminar.

         Y he sentido que la brisa que saltaba desde la plaza de la Constitución, al posarse en mi sudorosa frente, portaba burbujas de felicidad que hemos compartido en la terraza del Gorky, tantas y tantas veces visitado como varillas de nácar tiene el abanico de la ilusión.

         Allí, donde la bendita sombra nos alumbraba del radiante sol, hemos tomado senda cervezas con “Tartar de Viera” y, sin llegar a decir chin-chin, hemos endulzado nuestro paladar al tiempo que sonreíamos.

         Por ahí anda la felicidad: en la miniatura de los proyectos conseguidos.

 

 

Comentarios
  • José García Pérez

    3 March 2020

    Pues sí, querido amigo, el roce o la "dulzura encubierta".
    Usted sí que sabe.
    Abrazos

  • Javier de Molina

    2 March 2020

    Ay el roce Pepe, el dulce roce.

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