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El segmento de plata. ¡Ay… los hijos!


      Estoy convencido de la dificultad de ser padres de familia. El ser padre o madre, sin más, es bastante fácil. El crear una familia y el transmitir sus valores es otra cosa. En casa tenemos cierta experiencia en ello y con unas consecuencias bastante aceptables.

    Cuando el diablo tiene poco que hacer… mata moscas con el rabo. Cuando la clase política quiere desviar la atención de temas más trascendentes, empieza a lanzar “cebos” que ponen a parir a los sufridos votantes y facilitan la recreación de “las dos españas”.

    Mi madre era maestra, tengo tres hijos maestros y yo mismo, en mi senectud, soy profesor emérito de un grupo de alumnos. Confío plenamente en la capacidad y buen hacer del profesorado de todas las etapas. Su trabajo consiste en transmitir un temario que les llega de la superioridad.

   Ahí esta el debate que me hace exclamar ¡Ay! (Vaya me falta decir lo que hay, para completar la prueba gramatical). El problema surge cuando se dice una cosa distinta en cada autonomía, en función del partido político que gobierne. El problema surge cuando se actúa de forma pendular y se pasa de un atosigamiento religioso a un vacío cultural sobre un tema tan importante como es el estudio de las religiones. El problema surge cuando se magnifican actitudes y decisiones en el orden sexual antes de tiempo y sin la madurez mental suficiente de los alumnos. 

      En casa se han criado ocho hijos y estamos con la tarea de acompañar a diecinueve nietos. Hasta ahora no han necesitado ningún pin para discernir la educación que van a recibir. Nos hemos sacrificado para proporcionarles el acceso a un colegio que, además de sus enseñanzas regladas, cuente con unos valores similares a los que procuramos transmitirles en nuestra familia. Y conste que a lo largo de los tiempos hemos tomado decisiones y aceptado situaciones familiares que a alguno le haría rasgarse las vestiduras. Pero para ello nos hemos basado en el amor, la comprensión y la aceptación.

    Todas estas “novedades” pasarán. La familia basada en sus valores continuará y, sobre todo, el ejemplo de los mayores con los más pequeños, será la mejor escuela de convivencia y de la “búsqueda del camino de la felicidad”, (una frase que digo a menudo y que mis amigos entienden). El futuro, los creyentes, lo dejamos en las manos de Dios.

 

 

 

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