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La buena noticia. Están en la calle


      Al parecer sus regentes han cometido el error de invertir un préstamo en la mejora de unas instalaciones bastante deterioradas pero necesarias. Una deuda con una entidad bancaria, cercana al medio millón de euros, les ha llevado al embargo de sus bienes y al próximo desalojo de los cincuenta ancianos acogidos en sus instalaciones.

      No es la primera vez que sus puertas están amenazadas de cierre. Ya en anteriores ocasiones se ha ido poniendo parches a una economía maltrecha que les permite atender el día a día, pero que les impide adecentar sus instalaciones decrepitas por el paso, en algunos casos, de más de un siglo de uso.

     El resultado final será la pérdida de 50 plazas para el acogimiento de ancianos de pocos recursos y una gran dependencia. Espero y deseo que estos asilados encuentren inmediatamente un lugar adecuado en el que poder seguir viviendo de una forma aceptable.

     Sigo sin entender a los administradores de este país al que, no se el porqué, incluimos en el primer mundo. Un gobierno que, presume de igualdad, se preocupa de mejorar ostensiblemente la cómoda vida de la clase política, con viajes en primera clase o avión privado, hoteles de lujo y sustanciosas dietas e instalaciones de gran boato reformadas constantemente, se siente incapaz de financiar estas instalaciones tan necesarias.

    Mientras nos suben a los jubilados nuestras pensiones de forma porcentual, sin tener en cuenta que los que las tenemos más bajas seguimos estando más necesitados que los que las tienen más altas, ellos se preocupan de asegurarse un retiro en las mejores condiciones.

     Volviendo a nuestra Málaga; se ha cumplido el tercer aniversario de la apertura del centro Calor y café regido por Caritas. Allí duermen cada noche una media de 25 personas. No crean que esto soluciona el problema de los que viven en la calle. Los albergues malacitanos tienen una lista de espera –-según me indican los responsables de Puerta única y Calor y café- de unas dimensiones considerables. En las cajeros automáticos, los túneles callejeros, los parques y los lugares más diversos, cada noche duermen envueltos en cartones y alcohol un centenar de seres humanos que no han tenido la suerte, la oportunidad o el conocimiento, para poder crearse una vida aceptable. ¿Hasta cuando? Igual nos encontraremos algún día a los acogidos en el Asilo de los Ángeles en esta lista de espera y durmiendo en los escalones.

     La buena noticia de hoy me la sugiere esa esquina de la calle Álvaro de Bazán donde se encuentra Calor y Café y el Comedor de Santo Domingo. En el primero duermen, se asean y desayunan. En el segundo reciben la comida y la atención psicológica necesarias. Pero siguen estando en la calle. Alguno, gracias a Dios, sale de esta rueda. Pero otros muchos siguen viviendo una historia que comienza con las adicciones, la ruptura familiar y el arrojo de la toalla. El caso es que están en la calle.

    Espero que se solucione el problema del Asilo y de los que viven en la calle. Quizás queda un hueco en los presupuestos que se van a aprobar para estas atenciones sociales. Como diría aquel personaje de la televisión. “Un poquito de por favor”.

 

 

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