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El copo. Treinta y dos, rojo, par y pasa


         Compete al ciudadano Garzón, como ministro de Consumo, poner orden en todo lo concerniente a las salas de juego e intentar mermar la ludopatía con mano de hierro; misión creo imposible y me apuesto lo que deseen.

         Si me apuesto es que soy jugador como cualquier hijo de vecino de esta España que reclama El Bierzo como comunidad autónoma, porque usted, querido lector, también juega a cara o cruz, quinielas, loterías, once, bingo, primitiva, maquinitas, bonoloto, etc.

Me dirán, lo sé, que no es lo mismo esas pequeñas veleidades que entrar en un casino y/o sala de juego para apostar hasta las pestañas; tal vez sea cierto pero todo ello ayuda a mermar nuestros bolsillos y engordar las arcas del Estado que encuentra, en esos pequeños vicios, una serie de ingresos a costa de las lágrimas de muchos.

Desde la SER a la COPE y desde LA SEXTA a TRECE TV, o sea: desde la izquierda a la derecha, desde el laicismo a lo eclesiástico y desde el feminismo al machismo existe un estercolero de publicidad que se cuela en nuestras casas invitándonos a la apuesta de ganar unos euros con la máxima facilidad.

En mi caminar hacia la “nada”, recuerdo mis partidas semanales de póquer con grupos de amigos y mis entradas, muy de vez en cuando, en magníficos casinos en los que veía y oía a la bolita de sauco tropezar entre los rombos de la ruleta francesa hasta depositar su magia en el treinta y dos, rojo, par y pasa.

Siempre me gustó jugar y apostar, aunque jamás caí en la red, entre otras cosas porque esta, la red o tela de araña, no existían.

Suerte señor ministro, aunque a usted ya le ha tocado el Gordo.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

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