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Encuestas electorales


Si mal no recuerdo, el lunes pasado fue el último día que podían publicarse los resultados de los sondeos de opinión. La legislación española al respecto, así lo establece; será, quizá, porque el legislador cree que el elector español es influenciable, influencias que desaparecen después de una semana.

Los resultados, más o menos concurrentes de las distintas empresas demoscópicas, diferían de los publicados por el CIS.

El próximo domingo por la noche, saldremos de dudas y sabremos quien ha acertado o los que más o menos se hayan aproximado.

¿A qué son debidos los aciertos y errores de los sondeos? Señalemos dos potenciales: los modelos estadísticos empleados o que los encuestados, en número considerable, no responden con veracidad a las preguntas de los encuestadores.

Los modelos estadísticos se basan en le teoría de muestras; esto es, de la población a estudiar se elige un pequeño grupo, al azar, llamado muestra. A cada una de las personas que componen la muestra, se le hacen las preguntas pertinentes que componen la encuesta.

Las respuestas constituyen los datos de partida. A ellos se les aplica el modelo estadístico diseñado de cuyos resultados se obtienen unas conclusiones, que serán las referidas a la muestra.

Generalizar tales conclusiones a la población exige la aplicación de las técnicas de la inferencia estadística. Con ellas se vaticina lo que va a suceder con un margen de error que acota el propio modelo. Cuando no concuerda lo predicho con los resultados empíricos es porque algo ha fallado.

Aunque pudiera ocurrir, no creo en el fallo de los modelos estadísticos. Las empresas que se dedican a los sondeos de opinión tienen la suficiente experiencia y cuentan con expertos eficientes. La informática hace lo demás. Son entonces los datos obtenidos los que, con la mayor probabilidad, inducen a error.

Supongo que los expertos en esas técnicas, después de tantas consultas, habrán encontrado fórmulas empíricas de corrección de las desviaciones derivadas de respuestas engañosas. Lo que ocurre es que cada votante es celoso de su intimidad y no quiere traslucir a quien va a votar y dice lo que se le ocurre para despistar al entrevistador. Y me parece bien ¿Por qué se ha de dar un cuarto al pregonero?

En España,  votar en las elecciones es un derecho, no un deber. Por tanto la abstención, no recomendable, es una de las posibles opciones que tiene el elector. Y por ser una opción legal, aunque se abstenga, puede exigir al político electo lo que proceda sin que se le pueda  negar ese derecho por no haber votado ya que, lo que decidan los elegidos, le afecta y le obliga. 

 

 

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