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Don Mendo


Dedico esta columna a nuestro llorado Miguel Díaz Alcaraz, excelente amigo y egregio columnista. La Venganza de Don Mendo es una obra que nos deleitó a la que recurríamos, a veces, en nuestras frecuentes conversaciones. El Señor lo tenga en su santa gloria.

La Venganza de Don Mendo cumplió el pasado 20 de diciembre el centenario del estreno, en el teatro de la Comedia de Madrid, genial obra del prolífico Don Pedro Muñoz Seca, 

He visto la Venganza de Don Mendo, en múltiples versiones y leído bastantes veces. No sé si será leyenda o historia la raíz de su autoría. Parece ser que le dijeron: “No serás  un autor consagrado hasta que no escribas una tragedia en verso”.Animado por el desafío, se le ocurrió escribir la Venganza de Don Mendo, “caricatura de tragedia en cuatro jornadas, original, escrita en verso, con algún ripio”, (según reza en la edición) que cuando estaba inspirado los versos fluían con sólida rapidez.

A mi parecer se trata de una de las obras más representadas en el teatro español, y como muy bien dice el lema, constituye la caricatura de una tragedia, genial, satírica y humorística tragedia. Al escribirla y representarla, cumple así el requisito para consagrarse como gran autor: escribir una tragedia con todos sus ingredientes de pasión y muerte, dotándola del humor que regía toda su obra. En sus versos usa métricas diferentes acordes con el desarrollo del hecho que describe.

El principio del Don Mendo es una genialidad. Bertoldino, el trovador, cuenta a los reunidos la aventura de los hermanos Quiñones pretendiendo rendir el castillo a cuya exigencia los infantes responden: “Para asaltar torreones, cuatro Quiñones son pocos ¡Hacen falta más quiñones!”. Al tiempo los ballesteros hacen rodar, al momento: “corceles y caballeros”.

Terminada la trova, Don Nuño despide a todos los asistentes y queda a solas con su hija, Magdalena, a quien le cuenta  su prosapia y rancio abolengo: “Y es tan alta tu cuna(….) de los Mansos del Jarama que a fuer de ser alta, cual ninguna, más que cuna dijérase que es cama”.

Y qué decir del juego de las siete y media cuyas reglas desgrana en verso con singular maestría. Y el intercalar de alusiones a los cuernos mezclando apellidos y conductas alusivas. Y cuando el Rey Alfonso se refiere al amor, en su caso, libidinoso, con estos versos.

“Pero cuando amor azota

y clava su dardo cruel,

tienen que rendirse a él

lo mismo el Rey que la Sota.

Y el dardo en esta ocasión

llegó al alma tan derecho,

que no sé ya si en el pecho

tengo dardo o corazón”.

La Venganza de Don Mendo es una obra que deleita. Nadie que la haya visto o leído la puede olvidar.

Desde estas páginas quisiera recordar tan redonda efeméride, un centenario, y a su excelso autor don Pedro Muñoz Seca.

Al mismo tiempo dedico esta columna a nuestro llorado Miguel Díaz, excelente amigo y egregio columnista. La Venganza de Don Mendo es una obra que nos deleitó a la que recurríamos, a veces, en nuestras frecuentes conversaciones. El Señor los tenga en su santa gloria.

 

 

 

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