Esta sociedad camina hacia el dolor; más tarde al sufrimiento. No es lo mismo dolor que dolerse.
Cuando uno se duele a sí mismo, sufre.
Dicen los místicos que el sufrimiento, bien llevado, hace a la persona más fuerte; dicha fórmula es desconocida para mí.
También se sufre al observar el dolor de los demás o ante el desamparo o el aliento que algunos necesitan para seguir “tirando del carro”.
Dejemos claro, por tanto, que sufrir, lo que se llama sufrir, es un mal generalizado en este valle de lágrimas.
Una “buena” solución puede ser la deseada revolución.
O no.
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