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La buena noticia. Reflexión


    Este ejercicio es muy bueno para la mente y para el alma. Tanto que deberíamos practicarlo a menudo y no solo con motivo de la celebración de elecciones de cualquier tipo.

    Los diccionarios dicen lo siguiente de la palabra reflexión en sus dos acepciones:

1.      Pensamiento o consideración de algo con atención y detenimiento para estudiarlo o comprenderlo bien.

2.      Advertencia o consejo que una persona da a otra para inducirle a actuar de manera razonable.

    Pienso que de ambas cosas, especialmente de la segunda, nos hemos servido bien a lo largo de estas últimas campañas electorales. Nos han bombardeado con declaraciones, mítines, encuestas y debates. Al final, la mayoría nos encontramos como el primer día. Nos gustaría poder manejar a las ideas y a sus representantes como el señor “Potato” con el que jugaban los niños. Se trata de hacer una especie de monstruo de Frankenstein con lo más aprovechable de cada uno de ellos. He vuelto a recordar aquél pasaje del Quijote que decía:

    “Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció la Mancha, para prueba de lo cual les sucedió lo que ahora diré. Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene desta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas”.

     Esta reflexión quijotesca se puede trasladar sin problema a nuestros días. El culto a lo políticamente correcto y la panda de inútiles que nos gobiernan, nos han metido en una situación dicotómica y maniquea. O somos de izquierdas o de derechas, rojos o azules, fascistas o demócratas, del norte o del sur, del Barça o del Madrid, ricos o pobres, ateos o integristas, proamericanos o prosoviéticos, dictadores o borreguitos, buenos o malos, al cielo o al infierno, etc., etc. Al final, si se hurga un poco, sabemos a cuero o a hierro, como en la historia del quijote. En general, los seres humanos, nos convertimos en “dos excelentes mojones”, como nos define Cervantes. Pero lo malo, lo peor, es que nuestros excelsos dirigentes nos presentan el paradigma de la situación. “Con ese tipo no me hablo yo”. “Jamás pactaré con esa gente”. “Si no me ponen a mí de vicepresidente… no juego”.

      Si uno dice metro soterrado, el otro dice que en superficie. Si uno dice que unidad, el otro dice que separación. Si uno dice que edificios altos, el otro dice que chabolas. Si uno dice que jardines, el otro que autopistas. De que se trata… que me opongo. Miran sin ver, oyen sin escuchar y votan a quién le dice el mandamás de turno. Ojo, pero siempre lo contrario de lo que dice el otro. ¡Faltaría más!

      La buena noticia de hoy me la proporcionan dos fenómenos de la comunicación y de la vida. Se trata de “el Langui” y Pablo Pineda. Ambos participaron en un programa de televisión emitido en la primera el pasado viernes denominado “Donde comen dos”. En el mismo dieron todo un ejemplo de superación de sus problemas y de una personalidad asombrosa de la que teníamos que aprender muchos. No se puede hacer mejor. Los políticos sí. A ver si esta vez se ponen de acuerdo y se preocupan más de España que de ellos mismos. Que no sena mojones.

 

 

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