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La alegría


Ciertamente, podemos considerar a la alegría como un estado anímico que no solo lo experimenta la persona que tiene este sentimiento positivo, sino que también se asienta en la esencia de los seres humanos que viven, en el entorno, del individuo alegre.

            La ansiedad y la angustia y el estrés son estados anímicos contrarios a la alegría, ya que nos hace ser más lábiles y vigorizan o acentúan los dolores. Esto puede suceder en situaciones difíciles o imposibles de controlar, pero todo depende de la voluntad más o menos frágil de la persona, que no puede evitar que acontezcan ciertos hechos posibles de solucionar, en definitiva, el ser humano debe estar siempre alegre, aunque se halle en situaciones embarazosas, pues cualquier acaecimiento es posible de solventar por muy complicada que este sea. No olvidemos nunca que la alegría no se espera, sino que, al ser un compromiso con nosotros mismos, la llevamos dentro de nosotros. Tampoco debemos olvidar que, si estamos alegres o tristes, ello repercute en las personas de nuestro entorno, así como que la alegría nos hace más productivos, vivir una vida con sentido, afianzar metas mucho más prometedoras. “Gran ciencia es ser feliz, refiere Ramón Pérez de Ayala, y engendrar la alegría, porque sin ella, toda existencia es baldía”.

            Es evidente que la alegría surge desde lo más profundo de nuestra esencia. Este sentimiento nos colma de tranquilidad, bienestar y amor. “La juventud es el paraíso de la vida, manifiesta Ippolito Nievo, la alegría es la juventud eterna del espíritu”. Sí, porque la alegría es una emoción básica, primordial, que posee una función adaptativa, al igual que otros sentimientos nobles.

            Por otra parte, la alegría nos proporciona el llamado “bienestar psicológico”. Este sentimiento positivo no es obligado ni proyectado, sino que surge de forma natural y no dominado. Él nos impulsa a compartir parte de lo que tenemos con las demás personas que marchan, como nosotros, por los caminos de la vida. Además, la alegría favorece la cohesión social, es decir, es un vínculo, entre los seres humanos, que nos ayuda a procrear nuevas conexiones y, al mismo tiempo, a fomentar la fusión comunitaria. “No hay alegría mejor, dice Henry F. Hoar, que la que mejor alegría que se crea en nuestro espíritu y la difundimos entre los demás”.

 

 

 

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