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El segmento de plata. Méjico lindo


        De vez en cuando sacan a relucir reivindicaciones ancestrales

–fundadas o no- para “echar balones fuera”. Llega un momento en el que nos están tocando las narices. Lo último, la bronca entre el presidente mejicano Don Andrés Manuel López Obrador y nuestro Rey Don Felipe, a costa de la conquista de aquél país por Hernán Cortés. Quiere que los españoles pidamos perdón por todo. Por cierto, el nombre y apellidos del presidente suenan poco a azteca.

      Por agravio comparativo nos debemos aprestar a pedir una pública rectificación por la invasión de España a lo largo de la historia por parte de los suevos, vándalos, alanos, íberos, celtas, cartagineses, romanos, árabes, franceses, suecos, alemanes y finlandeses (estos últimos están invadiendo ahora nuestras islas y nuestras costas).

     Aparte de las bromas, me parece que ya está bien de historias con la historia. Todas las expediciones españolas emprendidas en los alrededores del siglo XV tienen un contenido económico, cultural y religioso. Eran una especie de emigración en busca de horizontes para salir de una vieja Europa plena de guerras y en manos de escasas familias que se repartían el pastel.

      Los invasores se lo pasaron tan bien que, en su gran mayoría, se quedaron, se identificaron con los indígenas, pusieron en marcha el mestizaje y… hasta ahora.

     Tengo vivida en primera persona una anécdota acontecida en el año 2.000 en Roma. En dichos días trabajaba como voluntario del Jubileo en la Basílica de Santa María la Mayor. Ese día el templo estaba repleto de mejicanos debido a que se canonizaban en esos días a 25 mártires de aquel país, por la defensa de su fe durante el primer tercio del pasado siglo.

      Al explicarles que el artesonado estaba dorado con el oro llegado en la primera expedición americana que obró en poder de Carlos V  durante el siglo XVI, uno de los monseñores que les acompañaban

 –cuyo nombre y categoría prefiero olvidar- nos comentó con indignación que estaba realizado con la sangre, sudor y lágrimas de sus antepasados aztecas. Me acerqué al preste y le dije al oído. “Si no les hubieran “invadido” los españoles, posiblemente usted estaría ofreciendo sacrificios a los dioses Centeolt, Chalchiuhtotolin, Chalchihuitlicue y otros muchos pertenecientes a la mitología azteca”.

     Me miró con indignación y se llevó el grupo en busca de otro guía menos reivindicativo. Ya está bien. Que el presidente López mire para atrás con menos inquina y reconozca que la primera fusión hispano-azteca fue bastante menos dolorosa (aunque lo fue) que la de los Estados Unidos o los países africanos y asiáticos invadidos por los europeos con los indígenas de la zona.

     Nadie ha pedido disculpas a los gobiernos alemanes, ingleses, franceses, belgas, italianos, norteamericanos, chinos o japoneses entre otros. A los españoles nos han tomado por el pito de un sereno y siguen mandando mensajes que son escuchados por los partidos “reventaores” de siempre. Si sigo el ejemplo voy a pedir que se disculpe el tipo que me quita el aparcamiento de la puerta de mi casa todos los días. Estoy indignado.

       VIVA EL MÉXICO LINDO, del que soy un gran admirador.

 

 

 

 

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