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Unidos en el progreso


El ser humano de buena voluntad está en contra de cualquier guerra, de las organizaciones terroristas, de los fanatismos y fundamentalismos, de los poderes absolutos, de la tortura, del comercio y de los traficantes de seres humanos, armas, drogas..., de todos los inventos sofisticados que sirven para matar, de las mafias, de la miseria, de la explotación de hermanos nuestros, de la ambición por ser amos del mundo, de los cooperantes de esos posibles amos, del manipuleo de la ONU y de otros organismos internacionales por parte de los dignatarios  de ciertos países..., así como de las personas que hoy en día alientan, favorecen y realizan lo anteriormente manifestado. Por el contrario, estamos a favor del amor, de la paz, de la armonía, del diálogo, de la igualdad para todos los hombres y mujeres del mundo, del pleno empleo, del desarme íntegro de todas las naciones del orbe, de la Justicia verdaderamente justa, de la condonación total o parcial de la deuda externa a los estados más paupérrimos y a los que se encuentran en las primeras fases de su progreso nacional, de la cooperación de los pueblos ricos con los más pobres con el objetivo primario y vital de que estos últimos lleguen a tener la misma calidad de vida que los primeros...

La humanidad ha llegado a un tramo de su camino sobre el planeta en donde vive, que tanto la una como el otro, en su totalidad o parcialmente, están siendo manipulados, desde una ambición y codicia voraces y endiabladas y caliginosas, por algunos dirigentes supremos de ciertos países en continuo e imparable progreso, así como por aquellos dictadores que gobiernan naciones subdesarrolladas o tercermundistas.

Lo que acabo de exponer siempre sucedió a lo largo de la historia: conquistadores y esclavizados, vencedores y machacados, “dioses tiranos” y extremistas o fundamentalistas... Pero ahora, en la segunda década del siglo XXI tenemos más conciencia de ello, precisamente, por los avances, en todos los niveles, de la propia vida en aquellas naciones inscritas en la lista del progreso.  

Dependiendo de cómo se utilice esta evolución en continuo desarrollo, el resultado será positivo o negativo para la propia humanidad, es decir, tanto para aquellos países que se hallan incrustados en el oro de la prosperidad, como para aquellos otros que se encuentran atados a la miseria más mísera.                                                                  

De todo lo expuesto se deduce, utilizando ese idioma que todos los seres humanos conocemos, que los términos paz, amor, igualdad, fraternidad, comprensión, compartir, bondad... son plenamente irreconocibles y quiméricos para la mente y el corazón de un sinnúmero de hombres y de mujeres que camina por las sendas del tiempo, incluidos también ciertos mandatarios de los países del mundo.

Cualquier persona adulta sabe que “quien camina a solas, vive y morirá solo”. Esto mismo se puede decir de las naciones de nuestro planeta. El separatismo no lleva a parte alguna. Los países deben unirse. Es necesario e indispensable que se asocien, aunque cada uno conserve su propia identidad, generando y aumentando su riqueza nacional, para bien de todos los habitantes, tanto a nivel del país como de las comunidades interestatales, ya establecidas, y de las demás naciones del orbe. Los gobiernos de las distintas naciones deberán proponerse el logro, para las entidades internacionales a las que pertenecen y, a veces, dirigen, de una mayor cohesión y vitalidad y transparencia no solo en el campo político, sino en todos aquellos que engloban o abarcan, lo cual redundará en beneficio real, indubitable y sin trabas de las colectividades humanas.

 

 

 

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