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La buena noticia. Ilusión


      Se han empeñado en amargarnos la vida. Les sigue interesando más el tener que el ser.

    Hay muchos cenizos a los que les molesta todo lo que huela a cristianismo. Se afanan en cargarse la Semana Santa, la Navidad, los belenes y ahora, la han tomado con los Reyes Magos… y con los otros.

    Lo han intentado suplantar con el tipo de las barbas que vuela en trineo y se bebe hasta los floreros. Los sacan en medio de cabalgatas llenas de seres extraños vestidos de cosas raras, bichos voladores que asustan a los niños y bailarinas diversas vestidas de Pedroche en fin de año. Lo de Madrid se pasa un montón. La cabalgata de Málaga ha sido este año una maravilla como espectáculo; lujosa, bien organizada… pero a mi entender con demasiada dedicación a la fantasía de todo tipo que, a veces, nos hace perder de vista lo esencial.

   Añoro aquellas cabalgatas pobres, pero honradas, de mis años de infancia. Cuatro bateas con los Reyes Magos y el portal de Belén. Media docena de vespas de correos y un seiscientos con un megáfono proclamando la llegada de sus Majestades de Oriente. Caramelazos de menta y paraguas panza arriba.

   En algunas familias aun se mantiene la ilusión. Aquella que nos hacía esperar con ansiedad la llegada de los reyes y sus regalos. Yo he visto entrar alguno por mi ventana a los seis años. Te traían una pelota de goma, un fort comanche y las cosas del colegio. O una pepona, dos vestiditos, cromos y… las cosas del colegio: un estuche (plumier) de dos pisos con lápices alpino, una goma milán y un lápiz tinta que te ponía negra la boca. A lo largo de mi vida he visto como un matrimonio de mayores -Pepe Jiménez y Carmina- se tiraban todo el otoño buscando, consultando a todos y preparando su regalo de Reyes.

    Mi buena noticia de hoy es que en mi casa seguimos manteniendo la tradición. Los Reyes Magos de Oriente siguen dejando regalos para todos. Por las esquinas se han ido escondiendo misteriosos paquetes que son aportados por los pajes de los reyes adultos. Esa mañana todos aparecen por casa. Nos juntamos unos cuarenta para realizar la ceremonia de entrega y apertura de los regalos. Un salón lleno. Una caja de pilas nuevas por si acaso. Unos cuantos roscones de Reyes con y sin nata. Chocolate y felicidad a gogó. Que no nos falte nunca. Amén.

 

 

 

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