Creo que uno de los grandes problemas de mi vida ha sido y sigue siendo el “moverme” por sensaciones y percepciones muy personales que a veces me han conducido a consecuencias nada agradables.
Cuando ha saltado a la palestra la caza, captura y “asesinato” político de Pedro Sánchez y/o Pablo Casado por cuestión del doctorado y máster de ambos he sentido el impulso de leerme la tesis doctoral del primero ya que los estudios extras del segundo siguen si aparecer; pues bien, mi curiosidad no duró más de cuarenta minutos. Me aburrí en demasía y un servidor, por si las moscas, no debe perder más de diez minutos en aquello que no le aporta nada.
Fue entonces cuando me enchufé a la trompeta de Chet Baker y disfruté con el un par de cigarrillos mientras observaba la volutas del pasado y el sistema de estudios que viví: ni más ni menos que el plan de estudios de 1938 impuesto por la “momia” que desean/mos exhumar.
Consistía en siete años de bachillerato y una “maldita” reválida de Estado. No pasé del “quinto” curso, pues mi frater Fernando marchó a Madrid para cursar una carrera que se llamaba “Ayudante de Obras Públicas” -en la actualidad Ingeniero Técnico de Obras Públicas- y que se llevó por delante los ahorrillos del pater Fernando.
Así que me quedé en Melilla donde, por cierto, nada más se estudiaba Magisterio y Comercio; eran otros tiempos. Tras un tránsito fugaz por la “generación del candado del 78” y ya con una inflación del sistema universitario y de aeropuertos pude hacerme con una licenciatura en Ciencias de la educación sin dar golpe; algún día contaré la causa.
Para llegar a escribir hoy con la tranquilidad de no estar tieso hice oposiciones al Magisterio Nacional, a “Plazas de más de 10.000 habitantes” y, por último, al Cuerpo Técnico de Directores Escolares; esta guerra de oposiciones es la causante de hincar los codos y tener callosidades en ellos.
Lo de Pedro y Pablo es pura jauja, que si borro la “u” se convierte en “jaja”.
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