Publicidad

Conformismo o rebeldía


Cada mañana salimos a la calle impregnados de rutina. Bostezamos..., y el aliento huele a rutina. Todo nuestro ser se haya ajustado milimétricamente a esas costumbres inveteradas que habitan en nosotros. Las mismas que nos envuelven como una niebla densa, impidiéndonos ser ese otro hombre que desde nuestra juventud ya anhelábamos, pero que nunca fuimos ni seremos, porque nos da miedo realizar aquello que está fuera de lo común.

Miramos el reloj. Es la hora de representar, una vez más, nuestro papel diario sobre el escenario de la vida. Un papel, que tan perfectamente hemos asimilado, que destila rutina por cada uno de sus átomos. Tanto nos hemos identificado con él que nos ha ido transformando en un ser monótono, sin altibajos, en un ser que no ve más allá de su ombligo. Sí, un día más representaremos en el gran teatro del mundo el mismo personaje de siempre, dentro de la misma trama de siempre. Nos hemos acostumbrado a convivir con la rutina. Ella es nuestra compañera inseparable. Ante su presencia continua no hay aventuras deseadas ni soñadas. ¿Por qué? ¿Por qué nos dejamos arrastrar por esos hábitos adquiridos de hacer las cosas maquinalmente, es decir, sin razonarlas? ¿Por qué la rutina vence a la voluntad? ¿Por qué permitimos que nos esclavicen? Porque... ¡cuántas y cuántas personas llevan a cabo, diariamente, actividades que otros eligieron para ellas! Precisamente, en ello está la clave de la monotonía.

Hemos abandonado la libertad, que nos llevaba a ese modus vivendi con el que siempre soñamos, para dejarnos arrastrar por la voluntad de otros, es decir, para hacer lo que esos otros quieren que hagamos. En definitiva, nos hemos conformado con lo que nos han impuesto. Preferimos vivir atado y bien atado antes que marchar voluntariamente al encuentro de lo desconocido, de lo asombroso, de lo sorprendente, de lo vital... para experimentar todo aquello que nos facilita aprender el arte de vivir. Nos hemos dejado manipular sumisamente por intereses, o por comodidad, o por seguridad... ¿De qué, pues, nos quejamos? ¿Por qué nos lamentamos? Si fuimos nosotros mismos quienes matamos e incineramos nuestra libertad, nuestro inconformismo, nuestra rebeldía... Así nos va a cada uno de nosotros y así le va a la humanidad.  

 

 

 

Comentarios
    No hay comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.