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La resistencia a la frustración


     Hace unos días apareció en la prensa los resultados de un estudio realizado por la Compañía Línea Directa en colaboración con el Instituto Universitario de Investigación y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia.

      Señala el informe que hay 2,6 millones de automovilistas, casi 500.000 andaluces (10%), que admiten que se han peleado con otro conductor o que podrían llegar a hacerlo por una disputa de tráfico, y alrededor de 3,2 millones, se cebaban con los conductores noveles y  las mujeres.

     Hace un par de meses apareció la noticia de un hombre asesinado por una discusión de tráfico, también en aquellas fechas una mujer murió en Madrid  por varios disparos efectuados por el propietario de otro vehículo implicado en la discusión por un pequeño roce que había tenido con el coche de la mujer.

      La Organización Mundial de la Salud señala que la sociedad actual es una de las más agresivas de la humanidad. Hay un estudio de los psiquiatras David Huertas, Juan José Lopez-Ibor y María Dolores Crespo que alertan del fracaso      en el control de la violencia

        El profesor Huerta señala que los seres humanos somos agresivos por naturaleza, este institnto es necesario para la supervivencia de la especie, el fallo viene porque la sociedad actual no controla los comportamiento agresivos.

      ¿Qué ocurre para que nos volvamos agresivos? Algo muy simple ha disminuido la resistencia a la frustración.

     Las personas con baja resistencia a la frustración tienen una excesiva sensibilidad a todo aquello que les resulta desagradable, son muy intolerantes con los contratiempos, las pegas o trabas que le surgen y en consecuencia no soportan la demora en recibir la satisfacción de sus deseos.

      Suelen ser personas con gran ansiedad, tristeza, enfado, etc.. y habitualmente echan siempre la culpa al otro de lo que se ocurre.

      Desde nuestra más tierna infancia tenemos frustraciones, desde el  “no” de nuestros padres cuando queremos conseguir o hacer algo hasta las que vienen después en el colegio, en la relación con los demás y continúan a lo largo de nuestra vida adulta.

      Si no hemos sido educados para aprender para controlar nuestras emociones y a manejar la frustración, cuando surja cualquier contrariedad, nuestra respuesta puede ser incluso agresiva físicamente.

       Hay padres que con sus hijos fomentan el síndrome del “Emperador”, preludio de la falta de resistencia a la frustración,   pues ceden constantemente a sus deseos y peticiones, no quieren que estos “sufran o se sienta frustrados” por alguna carencia, también les protegen constantemente en todas las situaciones, si tienen una disputa con sus amiguitos les dan la razón aunque no la tengan, si faltan el respeto o la consideración con algún adulto ocurre lo mismo.

     Tenemos de vez en cuando noticias de padres que agreden incluso físicamente a los maestros o le quitan autoridad a estos poniéndose de parte de sus hijos.

     Estos chicos crecen sin controlar sus emociones y cada vez que tienen una frustración su respuesta puede llegar a ser muy agresiva, cuando son adultos son personas violentas o incluso en algunos casos muy violentas.

    La convivencia con estas personas es difícil y complicada, pues no vacilarán en utilizar cualquier medio con tal de conseguir sus fines y si se sienten frustrados es esperable cualquier respuesta.

    Las noticias que he reseñado de asesinatos por una simple discusión de tráfico ponen de manifiesto que estamos ante una persona muy violenta sin resistencia a la frustración.

    Pero no es solamente en este ámbito, ocurre en todos, por ejemplo en una relación de pareja, si se trata de una de estas personas, estará presente una situación de dominio,  que no se puede confundir con el  tópico del “machismo” o de la “sociedad patriarcal”; así personas muy violentas, marginales, sin ninguna resistencia a la frustración, llegado un momento pueden acabar asesinando a su pareja, en cuanto se frustren sus expectativas.

   Es muy importante desde que los niños son pequeños, enseñarles a controlar la frustración, a dominar sus emociones, que piensen en el daño que hacen a los otros y háganles ver que ocurriría si fueran ellos los afectados.

   También deben aprender que los deseos no son necesidades y que ante las frustraciones hay que sacar el aspecto positivo, pues también genera este problema una desmotivación, así si no consigue lo que desea puede desentenderse de lo que busca que a veces es importante.

   Alejandro Jodorowsky decía: “la frustración está provocada por una sociedad que nos pide ser lo que no somos y nos culpa de ser lo que somos”.

 

 

 

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