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El Copo. Feria de agosto en el sur de Europa


La noche va a terminar de ser. Todo será luz y alarido; en mil estallidos de candelas van a saltar las tinieblas. Bebamos la pólvora almacenada en los ficus, prendamos la mecha del chupinazo del pecado, que bajen las estrellas y ruede la girándula, subamos de dos en dos al abrazo de la fiesta.

         Nos temen los puros, cautos y las vírgenes sin mácula. Se encienden lamparillas por nuestra salvación eterna y se rezan rosarios por los claustros. Antorchas, camino del Seminario, alumbran las oscuras estaciones del vía crucis.

         Mozuelas, sacad los trajes de lunares y vosotros, mozos desvirgados, el sombrero de ala ancha; encended en el cuenco de vuestras manos la llama de la hospitalidad, rebautizad Málaga, la señora, la ciudad, sus gentes, la tierra, el pecado, la locura y el jolgorio.

         Que suenen, repiquen y cabalguen verdiales y malagueñas; que corra el Baco dulzón de las pasas de nuestros montes; que los enamorados se besen sin descanso, que presuma la yegua con la moza a su grupa, restalle el látigo y doblen los aburridos la esquina que los condena a la nada.

         Ya es la cita, el reencuentro, el preludio de una semana sin descanso. Es tiempo de fiesta, hora de brujas y misterios, llega el regocijo a “la ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia”, es la celebración del instante sin pensar demasiado no sea que todo se fastidie, es el fuego y juego de los cuerpos apretujados, hirientes, insaciables y desposeídos de pudor.

         Que un beso cubra Málaga.

         Es Feria, la nuestra, la mejor de todas: al menos para nosotros.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

 

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