No tengo necesidad de meterme en berenjenales extraños a mí, pero como intento seguir los acontecimientos políticos de nuestra sociedad -fluir inagotable de toda clase de noticias- y las llamadas primarias del PP lo son, voy a intentar narrar mi visión del “joven” Casado, candidato a presidir el Partido Popular y, por tanto, el gobierno de España; ciertamente no es moco de pavo lo que se propone.
No sé si al final integrarán Soraya y él sus candidaturas o si llegarán hasta el final en esta carrera repleta de incertidumbres y afilar de cuchillos; es cosa de ellos.
Este hombre, aunque joven -no es cuarentón todavía- es un veterano político que lleva ya nueve años, entre parlamentario autonómico y nacional, viviendo de la política y ostentando diversos cargos. Ha sido asesor de José María Aznar al que, por cierto, rinde cierta pleitesía y es lógico por aquello de que es bueno, aseguran, ser agradecido, aunque el madrinazgo real de Pablo lo ostenta doña Esperanza Aguirre, lo que no es obstáculo para que reivindique la figura del fundador, ya saben, el fallecido Manuel Fraga que “en gloria esté”.
Creo que se está pasando varios pueblos, al igual que otros muchos políticos, en querer abarcar su espacio político que va desde un inexistente centro -el centro no existe en política- hasta la ultraderecha queriendo captar a Vox y haciendo suyas el dolor de las víctimas de ETA, por cierto que ese dolor no es exclusivo de la casta política sino de toda la sociedad española, incluyo al personal de izquierda y derecha aunque no vivan del juego político.
Le importa un carajo la ideología de los llamados a votar, los compromisarios. A él les da igual que sean democristianos, liberales o socialdemócratas, las tres ambiguas familias que copan el listado de la derecha, que es a lo que huele el PP; y no es malo sino lógico.
Lo que fastidia, al menos a mí, es que lo quiera disfrazar.
Normas de uso