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El Copo. La quimera de ser digno


Cuando se llega a cierta edad, más o menos como la que soporto -ochenta y dos tacos-, la vida, si puede denominarse así, se convierte en un laberinto de difícil salida. Y si a tal hecho se le añade que uno es un interrogante andando que pregunta una y otra vez qué hacer para sentir que la dignidad -cualidad del que se hace valer como persona- siga formando parte de la necesidad de ser y sentir va languideciendo como las hogueras de San Juan, se podría llegar a la conclusión que uno se encuentra ya en el dintel de la muerte prematura, la más hiriente de todos los finales previstos.

         No es trágico el párrafo anterior, sino pura realidad de aquel que desea vivir su último aliento, más o menos largo, dentro de los parámetros de desear seguir respirando la vida en todo su esplendor. A veces se comete el error de querer “comerse el mundo”, pero resulta que parte de ese mundo se ha retroalimentado de ti, de tu forma de ser y sentir, de tu pequeña utopía de no traicionarte a ti mismo.

         Ahora vivo a costa de empujarme a mi mismo para seguir siendo, pues salvo alguna ligera excepción, digna de adoración por mi parte, debo ser yo, sin ayuda de nadie -cada cual tiene su problema- el que se anime para acabar los días con una cierta ilusión de ser digno.

         Me queda solamente soñar ya que, aunque sea otra quimera, es lo único que me mantiene despierto en este ver y sentir pasar los días sin aportar nada a la sociedad; cuando “caigo” en ello me rebelo contra el mundo y contra mí, y tecleo unas palabras que consiguen parecer lo que ya no soy.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

 

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