Después de la muerte de Franco y tras el asentamiento de la democracia se puso de moda la frase “Contra Franco se vivía mejor”, y ello porque estando en vida el dictador era más divertido, por peligroso, cualquier reunión clandestina a media luz analizando a la luz del evangelio y siempre bajo el trípode de “ver, juzgar y actuar” cualquiera de aquellos encierros en la catedral de Málaga, las primeras huelgas de Citesa, la “Textil” de Málaga o el trasiego de octavillas y libros fotocopiados que se pasaban de mano en mano.
Pues bien, a la espera de saber quién será el nuevo líder o lideresa del Partido Popular -nunca será como Mariano- nos encontramos con una abulia total porque ya no tenemos el “pimpampum” al que dirigir nuestras bromas e imputaciones al tiempo que se nos ha acabado el chollo al que culpabilizar de todos nuestros males y achaques.
De paso se nos ha marchado el último parlamentario de la vieja escuela, ese que en el regate corto y con su característica cachaza, al tiempo que con cierta elegancia y el ojo izquierdo haciendo un extraño guiño, sacaba de sus casillas al contrario o, si este era inteligente, no tenía más remedio que reírse.
Ha salido de la política por la puerta de atrás, quiero decir a través de una moción de censura legal votada por políticos de toda leche y condición que lo tenían en el punto de mira político y que, lógicamente, no podían fallar a la hora de silenciarlo para siempre, el personal ha descansado… o no.
Ha sabido irse de verdad según parece, pues todavía tiene tiempo de rectificar. Dejará su escaño y todo hace pensar que volverá a Santa Pola para coger las riendas de Registrador de la Propiedad y, por tanto, no cobrará los 70.000 euros anuales como expresidente del Gobierno o los 100.000 como miembro del Consejo de Estado y lo más importante ha renunciado a ser aforado.
Creo que es digno de alabanza por ello, o no; ya veremos lo que dice la chata historia de España sobre él.
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