Adolfo Suárez, el inventor con otros del llamado “régimen del 78”, fue uno de los principales protagonistas en realizar la “reforma política” de este blandengue país, tan osado que parece, que dejó morir a Franco en la cama tras cuarenta años de dictadura; creo que mejor no lo pudo hacer pues a las elecciones de junio de 1977 se presentó una inmensa ristra de partidos políticos que iban desde la extremísima izquierda (LCR, MCA, ORT, PT…) hasta la más extrema derecha terminando con don Blas y toda clase de Falanges. El pueblo español, dotado de un innato olfato político, agarró el cedazo del sentido común y votó de derecha a izquierda a CD (hoy PP), UCD, PSOE, PCE y los clásicos nacionalismos de Cataluña y País Vasco, o sea, un arco parlamentario normal con el que se pudo construir el famoso “candado”, conocido oficialmente por Constitución.
Tras el intento del fallido Golpe de Estado del 23 de Febrero del año 1981, Felipe González se hizo con una inmensa mayoría absoluta y fue consolidando, poco a poco, los cimientos para construir, y conseguir, la “reforma militar” tan necesaria en España porque el ruido de sables -unas veces por ETA y otras por un recuerdo trasnochado al invicto- no dejaba de sonar un par de veces al mes. Y lo consiguió.
En estos días, y hasta hoy mismo, hemos comprobado que otra necesaria reforma, la del “poder judicial”, sigue estancada y no goza de la agilidad y normalidad necesaria que para sí quisiera un país que se viste de democracia de la cabeza a los pies. Existen, eso sí, muchas Asociaciones de Jueces con distintos apellidos para diferenciar, jajaja, es que me parto, a los togados conservadores de los demócratas y a ambos de los independientes; pero no ose usted, querido amigo o amiga, criticar a uno de ellos o de ellas, o una de sus sentencias, porque entonces se dejan de calificativos y se visten de corporativismo.
Y así nos va.
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