Pues bien, dignidad es lo que se echó de menos en el pleno que sobre la “prisión permanente revisable” se celebró el pasado jueves en pleno del Congreso de los Diputados.
Y fue un juez, en su función de diputado del grupo parlamentario socialista, el que se pasó tres pueblos cuando nombró al pequeño Gabriel, asesinado por una “bruja” de verdad, durante el debate en cuestión. Y la cosa fue de juez a juez, de diputado a diputado, de portavoz socialista de justicia a ministro de Justicia, de Campos a Zoido.
En los debates parlamentarios se puede llegar a ser partidista para defender lo indefendible, pero no energúmeno y mucho menos cuando se ha practicado la judicatura; por ello, no llego a comprender que el diputado Campos echara en cara al ministro Zoido que osara penetrar en el templo donde se celebraban los funerales del niño Gabriel con la linda bufanda azul entre sus manos que Patricia, la madre del “pescaíto”, le había regalado minutos antes por su digna actuación en la solución del luctuoso suceso; y mucho menos entender el alboroto de aplausos en la bancada socialista.
¿Pero que deseaban estos socialistas de hoy? Tal vez que dejase la azul bufanda en las manos de un subordinado o que la escondiese avergonzado. No llego a comprender tal ataque despiadado y mucho menos que el PSOE, que va perdiendo sus esencias de responsabilidad, batiese palmas ante la intervención de su compañero de filas.
Qué pena de clase política.
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