Pues no tengo muy claro mi “copo” de hoy al escribir sobre la mujer, así que lo comienzo sin saber su final y el cogollo del mismo; pido perdón por ello.
Rodeado afectivamente de mujeres: madre, esposa, hija y dos nietas, comprenderán que no puedo ser ecuánime a la hora de dar mi punto de vista sobre este batiburrillo en que se ha convertido tan excelsa conmemoración a la que se suman sindicatos, partidos, colectivos de todas las leches para reclamar derechos, dignidades y libertad para ellas, a los que me sumo desde esta atalaya sin excluir ninguna de sus reivindicaciones no sea que fuere tildado de machista (machismo), término insultante donde los hubiere; no así el de feminista (feminismo), que hoy cierto sector de hombres y mujeres aplauden batiendo palmas de forma entusiasta; no lo comprendo y nadie va a conseguir que lo haga.
Lo mío, por ahora, es que ambos géneros deberían poseer los mismos derechos libertades, o sea que el fiel de la balanza de la dignidad no debería caer sobre uno de ellos, pero que si así fuese siempre debería ser sobre el de la mujer, pues es a ella, a la mujer, a la que los hombres les debemos nuestra vida, aunque esta, la vida, transcurra a veces entre un auténtico valle de lágrimas.
Y aquí, en este punto, debería dar por terminado el presente “copo” pues todo lo que añada sería mentirme; a lo más decir unas palabras de halago a la mujer; algo así como un piropo, con perdón, pues ello, hoy en día, por lo que leo en ocasiones, está reñido con la igualdad de género y tiene mucho que ver con el machismo puro y duro.
Pero da la casualidad que este “copo” es exclusivamente de mi propiedad y por ello, responsablemente, lo finalizo gritando ¡viva la madre que os parió!
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