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El castillo de Turón


Dijo "turón". Entendí “hurón”. “No, aclaró, digo Turón”. Y no sabía si se refería a ese animal mamífero carnicero. de cuerpo flexible y prolongado, que despide olor fétido y se alimenta de caza; si mencionaba el deporte originario de Uzbakistán; si estaba hablando del municipio de Granada; si de la parroquia del concejo de Mieres; si de la ciudad del estado de Kansas o del río de la provincia de Málaga.

-Me refiero al castillo de Turón, esa fortaleza en el municipio de Ardales en la provincia de Málaga -explicó. En un principio, era la fortaleza defensiva de una ciudad ibérica y, ya en tiempos de dominio visigodo, en una de sus rudas habitaciones tuvo lugar la declaración de amor más arriesgada que conoce la Historia. Corría el año 713 y la ciudad estaba rodeada por los musulmanes invasores de la Península. Pese a los peligros inminentes, él dijo:

-Nada me importa claudicar ante los enemigos si tú accedes a mi petición de amor.

-Creí que nunca me lo pedirías -respondió ella.

-¡Oh, amada mía! -y la abrazó y la besó y fue correspondido y quedaron desnudos uno junto a otro en una apasionada entrega amorosa.

Inútiles resultaron los pavorosos gritos de la gente asustada por los asaltantes. Sordas quedaron las voces de los soldados dando instrucciones para acometer o resistir el asalto. Nada escucharon del fragor de la batalla. Cuando irrumpieron en la semioscura habitación, el aguerrido Hafsún, con toda su fuerza, arrojó su lanza contra el bulto que se movía bajo las cobijas del lecho. Los amantes quedaron atravesados de forma mortal. Lo que fuera deleitante flecha de Cupido se había convertido en mortífera jabalina. Cuando retiraron la cubierta, descubrieron dos cuerpos enlazados por el amor y por la muerte, Eros y Tánatos se habían encontrado en aquellos dos enamorados.

-Escogieron mal el momento de amarse -comentó conmovido el capitán Hafsún. Siempre creí en la fugacidad del amor, pero nunca que fuese tanta.

Cubrieron los cadáveres, cerraron la puerta de la sala y se incorporaron a la conquista de la fortaleza.

Aquella ciudad de origen ibero quedó en manos musulmanas el tremendo año de 713. Con el tiempo, el castillo llegó a formar parte del arco defensivo de Bobastro creado por Omar Ben Hafsún, un posible descendiente de aquel invasor que nunca pudo olvidar el terrible coito interrupto del que fue causa.

Siglos después, los nazaríes granadinos renovaron el castillo para defenderse de los cristianos, quienes, finalmente, lo conquistaron en 1433. Con la renovación, desaparecieron las voces lastimeras que sonaban en el cuarto del amor frustrado desde aquel día del año 713.

 

 

 

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