En términos jurídicos y sociales, “un Estado es la forma y organización de la sociedad, de su gobierno y el establecimiento de normas de convivencia humana; es la unidad jurídica de los individuos que constituyen un pueblo que vive al abrigo de un territorio y bajo el imperio de una Ley, con el fin de alcanzar el bien común”.
Pues bien, según la citada definición, un servidor forma parte del Estado Español que acepto como forma legítima de convivencia, en él me desenvuelvo, vivo y en ocasiones lo critico, en especial a su máximo exponente representativo: el Gobierno.
Marta Rovira, secretaria general de ERC y número dos de su candidatura para las próximas elecciones autonómicas de Cataluña, a la que Oriol Junqueras, el hombre que reflexiona y reza en prisión, ha promovido para ser la próxima Presidenta de la Generalitat, se despachó a gusto ayer en una emisora de radio de Cataluña cuando afirmó que la “marcha atrás” por lo que la República catalana no se puso en ejecución ha sido porque Puigdemont fue informado por el “Estado de que habría muertos y correría la sangre …”si eso sucediese; y se quedó tan pancha ante la burda patraña electoralista que había soltado por su boca.
Es muy cobarde al no mencionar las fuentes y dejar en una nebulosa quién o quiénes habrían asesinado a inocentes, pero como da la casualidad que formo parte de esa nebulosa denominada Estado exijo a Marta Rovira, por aquello de la honestidad y la honradez que se debe presuponer a quien desea ostentar un digno cargo de responsabilidad, dé nombre y apellidos de aquellos que blasfemaron contra la vida; ni tan siquiera valdría ampararse en el máximo exponente del Estado, o sea el Gobierno, pues también estaría obligada a escribir el nombre del criminal en potencia.
Hasta tanto Marta Rovira no lo aclare mantendré que no es digna de representar al pueblo catalán en ninguno de sus posibles cargos de responsabilidad y de normal ciudadana de a pie.
Normas de uso