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El Copo. El juez belga y el Piolín


Gratifica, de manera impresionante, la carta dirigida por el juez belga, encargado de “llevar” el caso Puigdemont, a la juez Lamela para saber del estado de las cárceles españolas en el remotísimo caso de que el “repeinado” huido sea enchironado en una de ellas. Ahí van las preguntas que sobre tal asunto ha solicitado de la magistrada de la Audiencia Nacional:

1ª) ¿Las circunstancias de detención en estas cárceles son de conformidad con la Convención Europea de Derechos Humanos?

2ª) ¿Cuáles son las dimensiones de la celda? ¿Cuál es el espacio vital individual?

3ª) ¿Hay acceso suficiente y regular a equipamiento sanitarios, duchas, etc.? ¿Qué tal es el acceso a la asistencia médica?

4ª) ¿La comida es suficiente y de buena calidad?

5ª ¿Existe bastante ocasión para recreación y actividades?

6ª ¿Existe la posibilidad de que los implicados queden encerrados en una celda de aislamiento?

7ª ¿Pueden verse confrontados con la violencia de codetenidos o hasta del personal de la cárcel?

Estos pulcros belgas siguen creyendo que vivimos en la Edad Media y que nuestras lindas cárceles son mezquinas mazmorras de aquella negra época o de la dictadura franquista. Aquí, por ahora, se respetan los derechos humanos, el trullo posee médicos, bibliotecas, piscinas, un menú normalete, actividades recreativas y una gran falta de libertad, esa es la pena: la privación de libertad.

Desde luego que cualquier prisión del territorio español es más saludable que la estancia en el Piolín, el crucero que ha alojado a las Policía Nacional y Guardia Civil en camarotes-mazmorras por si las “moscas” la gilipollez de Puigdemont nos conducía a un calvario con cruces incorporadas; y no mencionemos la “jartá” de macarrones que consumieron los servidores públicos.

A Jordi Sánchez, aupado a número dos en la lista del ex honorable, le colocaron en la celda un preso de confianza que, a la primera semana, solicitó lo cambiaran de lugar por la “matraca” independentista que largaba el tal Jordi.

Al magistrado belga habría que recordarle que el único castigo que se impone a estos presos es silbar en sus oídos, de tarde en tarde, cierta canción de Manolo Escobar.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

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