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Nadie pide nacer


Ciertamente, venimos a la vida, a este mundo nuestro, un planeta más de tantos y tantos como existen en el universo. Llegamos a él un buen día, sin que nuestra voluntad intervenga, y desaparecemos del mismo otro día, sin que tampoco medie, en la inmensa mayoría de la raza humana, nuestro poder volitivo. (En la minoría restante existe un grupo de suicidas que son fría y voluntariamente conscientes de su autodestrucción).

Pero, a veces, también hay que manifestarlo, la calidad de vida, que tenemos, sehalla potencial o realmente mermada por hábitos nocivos para nuestra psique y paranuestro cuerpo, lo cual no sólo puede acelerar nuestra marcha sin retorno, sino que, a corto o medio plazo, según estudios basados en investigaciones científicas,desequilibrará y desarmonizará nuestro estado de bienestar, más o menos “tocado” por la repetición abusiva de nuestras costumbres lesivas.

Asimismo, entre los diversos factores que pueden dañar la buena marcha denuestra vida, solos o, conjuntamente, con otros, destacaré las posibilidades ycircunstancias, de cualquier índole, tanto endógenas como exógenas, es decir, conrespecto a nosotros mismos y, por supuesto, a nuestro ente “familiar”, a la sociedad que nos rodea y al país en donde nacimos. También resaltaré nuestra libre actuaciónpositiva, o negativa, o indiferente, o nula..., o, por el contrario, impuesta por seresdéspotas que manejan nuestro intelecto, sin que podamos usar nuestro libre albedrío...

Desde que tenemos uso de razón (sobre los tres años, según los expertos) se nosdice continuamente en casa, en el colegio, en los medios audiovisuales y en lasprescripciones mediáticas... “lo que es bueno y lo que no lo es para nuestra salud”.Claro que, lo anteriormente expuesto, no deja de ser muy relativo por la intervencióncontinua de nuestro mapa genético. Les mostraré un ejemplo sobre lo que acabo dereseñar. Imagínese dos grandes fumadores o bebedores. Yo he conocido a varios que pasaron de los noventa y cien años. Otros, sin embargo, no llegaron a penetrar en la década de los sesenta. Y cuántos y cuántos conocemos, ustedes y yo, que tuvieron que abandonar estas prácticas perniciosas, en un momento clave, para que éstas no los dejaran marcados para siempre, ni fueran causas de un “exitus” prematuro. Pero muchos de ellos, sin saberlo, ya arrastraban una o más patologías crónicas, primordialmente cardiovasculares y respiratorias.

Sí, nos vamos de este mundo, en la mayoría de los casos, sin nuestraintervención y sin que hayamos elaborado el motivo o la etiología para que nuestroorganismo deje, en sus funciones vitales, de funcionar. En otros casos, como ya hedicho, la colaboración nuestra, durante años y años, es negativamente fundamental para llegar al instante del “éxitus”. Ello es una realidad confirmada como cierta, por lo cual somos conscientes que los excesos son siempre dañosos, es decir, perjudican seriamente nuestra salud, en muchos casos de forma irreversible.

Tal aseveración está plenamente confirmada y asumida por un porcentaje depersonas bastante elevado. Pero, incluso así, no es un problema que se resuelve con una fórmula matemática o química, dándonos el resultado exacto que buscamos. No. Para deshacernos de estas negatividades, que, al principio, nos carcomen, pausada y solapadamente, con la rapidez de un galgo, hemos de aniquilarlas con nuestra voluntad.

La guerra entre el vicio bien parapetado y nuestra voluntad, en muchos casos frágil, es de órdago. Pero el triunfo de la voluntad, aunque cueste lágrimas, malestar y tensiones, es posible.

Es evidente que nadie pide nacer. Llegamos a un determinado lugar de la Tierra, sin que nosotros lo hayamos elegido. La mayoría de los humanos nos hacemos presente en el seno de lo que llamamos “familia”, expresado en su sentido más amplio, es decir, abarcando todas las culturas, religiones y formas de vida que se dan sobre el planeta Tierra..., como la lluvia que, mansamente, llega hasta la superficie del mismo.

Los hijos no seleccionan a sus progenitores. De igual modo que éstos no escogen a su descendencia. Ya sí pueden optar los padres, en ciertos países, por el sexo de su prole, pero de eso a la plena designación positiva en todos los aspectos, aún existe un sinfín de abismos por salvar, si es que el intelecto humano llegase un día a ese punto de progreso o de retroceso. ¡Quién puede saberlo...!

Cuántas y cuántas veces nos hemos cuestionado de dónde venimos, si es que venimos de parte alguna, y adónde vamos, si es que vamos a alguna parte. Desde siempre el ser humano se ha hecho estas dos preguntas. Dos cuestiones que nunca jamás, a través del tiempo y hasta el día de hoy, han tenido respuestas. Dos incógnitas imposibles de descifrar por la mente humana.

 

 

 

 

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