Por más moscas, mosquitos u otros insectos que se buscaran en el convento ni uno se encontraría: estratégicamente habían distribuido por todo el monasterio las droseráceas del tipo drosera y dionea. Lo malo fue que, exterminados los bichejos, aquellas plantas carnívoras desarrollaron sus trampas y, en ellas, fueron cayendo uno a uno todos los frailes.
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